¿Quién hubiera pensado otra cosa?
De la misma forma que los USA quieren todavía un mundo unipolar,
concentran el Poder para que nada cambie.
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Desde que en el «septiembre negro» empezó la crisis financiera de Wall Street y se extendió por el mundo, quedó claro que el precio no lo pagan los ricos, sino las personas del común. Recesión, suba de precios, salarios caídos, huelgas, estallidos sociales y aumento de la pobreza, son moneda cotidiana. Y continuarán. Como contrapartida, las grandes fortunas, lejos de volatilizarse, pasan de unas a otras manos; de las de Merrill Lynch a las del Bank of América, por citar uno de los casos.
Esto no será sólo en América latina, sino en el mundo.