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La moda dice mucho de cómo vivimos y cómo somos, vivamos en la época que vivamos. Por eso, sería interesante echar un vistazo a la vestimenta de nuestros antepasados a finales del siglo XIX.
A pesar de todas las limitaciones que pudieran tener en cuanto a conocimientos científicos y a barreras morales, los ginecólogos del siglo XIX realizaban verdaderas hazañas quirúrgicas, como ya indicamos anteriormente. Para realizarlas contaban con una serie de instrumentos médicos, algunos de los cuales son totalmente reconocibles hoy en día y otros completamente impensables. Es imposible tratar de enumerarlos todos, entre otras razones porque muchos médicos adaptaban instrumental existente buscando una mayor comodidad o eficiencia
Las mujeres de hoy en día estamos acostumbradas a acudir al ginecólogo regularmente. Sabemos que tendremos que desnudarnos de cintura para abajo, y que tendremos tumbarnos en la incómoda silla ginecológica, con los pies en los estribos, resignadas a ver cómo lo que antes de entrar en consulta era absolutamente privado, se convierta en público de puertas adentro por muy molesto que nos pueda resultar. Sin embargo, a finales del siglo XIX las cosas eran muy diferentes...
La moda dice mucho de cómo vivimos y cómo somos, vivamos en la época que vivamos. Por eso, sería interesante echar un vistazo a la vestimenta de nuestros antepasados a finales del siglo XIX.
A pesar de todas las limitaciones que pudieran tener en cuanto a conocimientos científicos y a barreras morales, los ginecólogos del siglo XIX realizaban verdaderas hazañas quirúrgicas, como ya indicamos anteriormente. Para realizarlas contaban con una serie de instrumentos médicos, algunos de los cuales son totalmente reconocibles hoy en día y otros completamente impensables. Es imposible tratar de enumerarlos todos, entre otras razones porque muchos médicos adaptaban instrumental existente buscando una mayor comodidad o eficiencia
Las mujeres de hoy en día estamos acostumbradas a acudir al ginecólogo regularmente. Sabemos que tendremos que desnudarnos de cintura para abajo, y que tendremos tumbarnos en la incómoda silla ginecológica, con los pies en los estribos, resignadas a ver cómo lo que antes de entrar en consulta era absolutamente privado, se convierta en público de puertas adentro por muy molesto que nos pueda resultar. Sin embargo, a finales del siglo XIX las cosas eran muy diferentes...