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Los molinos ocuparon lugar al lado de los numerosos riachuelos que discurrían por la montaña leonesa, convirtiéndose en lugar de paso obligado, siendo lugares de reunión de jóvenes y viejos de las aldeas próximas, donde se crearon leyendas y canciones de ronda, requiebros de amor, desenvueltas letrillas («No quiere mi madre —que vaya al molino, —porque el molinero —me rompe el vestido…»).
Los molinos eran lugares de reunión donde se crearon coplas y romances jocosos y burlescos del saber romancístico de nuestros abuelos, como se muestra en las versiones conservadas en las memorias de nuestros mayores, recogidas en la montaña leonesa a lo largo del anterior siglo, sobre el romance de la molinera y el cura, por estudiosos de las tradiciones orales leonesas.
Los molinos ocuparon lugar al lado de los numerosos riachuelos que discurrían por la montaña leonesa, convirtiéndose en lugar de paso obligado, siendo lugares de reunión de jóvenes y viejos de las aldeas próximas, donde se crearon leyendas y canciones de ronda, requiebros de amor, desenvueltas letrillas («No quiere mi madre —que vaya al molino, —porque el molinero —me rompe el vestido…»).
Los molinos eran lugares de reunión donde se crearon coplas y romances jocosos y burlescos del saber romancístico de nuestros abuelos, como se muestra en las versiones conservadas en las memorias de nuestros mayores, recogidas en la montaña leonesa a lo largo del anterior siglo, sobre el romance de la molinera y el cura, por estudiosos de las tradiciones orales leonesas.