Yo estuve en 2007. Por el módico precio de 120 pavos (sólo el tren)
Vale la pena, por ver el valle de Grindelwald desde lo alto, por el tren que va por dentro de la montaña, y por el glaciar de Aletsch.
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Mira que hay que leer majaderías... ¿cuántos de aquí sois profesores? ¿cuántos pues, sabéis realmente de lo que estáis hablando? (...)
Yo soy una de esas tantas interinas que posiblemente este año, una de dos, o se quede en casa, o tenga que buscar otro trabajo precisamente por no quedarme en casa. Tengo 30 años, y empecé a estudiar mi carrera con 17. Desde que empecé, no he parado, y no creo que pare nunca, por suerte -no espero que muchos aquí entendáis esto último-. Yo pagué mi carrera porque mis padres no podían hacerlo. Ambos siquiera con estudios primarios, pero currantes como el que más. Me costó seis años y medio terminarla, pero lo hice. Después, estaba tan harta de estudiar y trabajar -empecé con quince años, ojo-, que tenía dos opciones, estudiar y trabajar, o sólo trabajar. Opté por lo segundo, y pasé dos años ahorrando, estaba realmente harta de no tener una vida "normal", de currar como una china y de que mi descanso fuese ir a la universidad. En lugar de comprarme un coche o meterme en un piso cuando tenía un trabajo fijo, ahorré. Yo, quería ser profesora. Un buen día dije hasta aquí he llegado, ya tengo suficiente para no morir inane durante año y medio, y me puse a opositar. De eso hace cuatro años en los que de nuevo, tuve que ponerme a trabajar y a estudiar a un tiempo. En las oposiciones, tal cual está el panorama, lo único que falta que nos pidan, es aprender a bailar samba con un pie. Quien no ha opositado no tiene pero ni P*T* idea de lo que es. He pasado días y días y días estudiando, con esa sensación que sólo quien ha opositado conoce, de que el mundo sigue girando mientras tú estas parado un día tras otro frente a una montaña de libros, de que andas más pendiente de la suerte que puedas tener en la oposición, de lo que quisieras. Con el desánimo de tener que pagar un curso tras otro, y de ver que cambian el sistema y todo lo invertido, tiempo, dinero, y esfuerzo, se va literalmente por el garete. De tener que estar siempre pendiente de las modificaciones que se les rota, los cambios de legislación, el aumento del temario, la transformación completa de las pruebas. O no. Siempre.
Cuando por fin conseguí meterme en un aula, encontré trabajo, trabajo, y más trabajo. Eso, y una infinidad de realidades psicológicamente bastante difíciles de asumir. Chavales que en muchas ocasiones, no son más que el reflejo de unos padres, de una sociedad, aborregada y enferma. ¿37,5 horas? Me paso eso por donde no voy a decir aquí. Pero eso es algo que repito, quien no ha estado in situ, no conoce, y al respecto de lo cual no debiera decir ni media. Aquí todo el mundo opinando como si tuviese idea, como si supiese lo que una persona cuando entra en un aula con 25 alumnos cada uno de su padre y de su madre, se encuentra. Ja!
Si tan bien vivimos y tantos privilegios tenemos. Haceos todos profesores, ¿no? Es muy fácil quejarse, echar m*e*d* por un tubo, y desprestigiar a la ya suficientemente denostada profesión. Eso sí.
Y así vamos, de p*t* pena. E in crescendo.
Un punto en la boca os ponía yo a más de uno y de dos.