En España llevamos una década tratando ideas políticas como dogmas, como verdades reveladas que no admiten matices. El discurso progresista dominante funciona cada vez más como una religión basada en intenciones nobles pero rígidas, donde cuestionar una consigna te convierte directamente en sospechoso moral. Si no aceptas todo el pack de manera acrítica, ya eres poco menos que un reaccionario o un delincuente ideológico. Y esto, inevitablemente, provoca el efecto contrario.
Cuando a los jóvenes se les machaca con que ciertas ideas son intocables y que dudar te coloca fuera del “bien”, buscarán justo lo contrario para reafirmar su identidad. Igual que muchos de nosotros nos rebelamos contra la moral conservadora, religiosa y familiar de hace veinte o treinta años, ellos ahora se rebelan contra el nuevo catecismo progresista, el que dicta qué es correcto pensar, cómo debes hablar y qué cosas no se pueden ni plantear sin que te caiga encima una lluvia de insultos. La rebeldía funciona así, siempre va donde está el tabú.
El problema es que hemos dejado de explicar por qué las cosas son malas, nos limitamos a repetir que lo son. Con Franco ocurre exactamente eso: se dice que fue terrible, pero no se explica en detalle por qué, ni cómo funcionó la represión, ni cómo se empobreció culturalmente al país, ni qué significó vivir sin derechos políticos reales. Y claro, cuando la explicación se sustituye por el dogma, los chavales lo que perciben es propaganda. Si les dices que pensar diferente les convierte en monstruos, algunos dan un paso más y adoptan ese papel encantados.
Ahí aparece el péndulo, jóvenes que miran el franquismo no desde el análisis histórico, sino desde la pose desafiante. Ven que no fue el infierno absoluto que a veces se pinta, ven que hubo estabilidad material para parte de la población y que España, aunque cerrada y atrasada, no era un erial en el que todos morían de hambre. Se agarran a esas medias verdades para desafiar la narrativa oficial y sentirse punk, modernos, contrarios a la autoridad. Y como los discursos identitarios han convertido cualquier duda en herejía, este tipo de revisionismo emocional encuentra terreno fértil.
Si seguimos tratándolos como idiotas y criminales no haremos más que reforzarles la identidad de “perseguidos”. Hay que volver a explicar, con calma y sin catecismos, por qué una dictadura es inaceptable, por qué la represión y la falta de libertades importan incluso si en la mesa había comida, y por qué no todo cuestionamiento del dogma progresista te convierte automáticamente en un enemigo de la convivencia. De lo contrario, la reacción seguirá creciendo, el péndulo seguirá girando y cada vez habrá más chavales abrazando lo que menos entienden, simplemente porque es lo único que les permite rebelarse.
"Javier Ruiz Aplasta los argumentos de un facha y consigue resaltar las ventajas de crear un millón de observatorios y subir los impuestos a la gente que está muriéndose en los hospitales"
"Boo Pop descuartiza los argumentos de un youtuber de derechas con 25 seguidores"
#22 Mira, te pongo un resumen (con chatGPT con fuentes de izquierdas), de algunas de las mentiras, de las más inocuas practicamente. He dejado otras, las mas obvias (su hermano, su suegro, su mujer, su secretario de organización, su OTRO secretario de organización, los sobres, la gestión de las consecuencias de la DANA...)
Durante esta legislatura, Pedro Sánchez ha realizado varias afirmaciones que, al contrastarlas con datos públicos y verificaciones independientes, resultan falsas o, como mínimo, objetivamente incorrectas. Negó repetidamente la posibilidad de una amnistía antes de aprobarla, exageró cifras sobre inversión extranjera y exportaciones, se atribuyó falsamente el liderazgo en transparencia y citó erróneamente la existencia de un procedimiento de déficit.
* Dijo que no habría amnistía y luego la promovió.
* Afirmó que el PSOE era “el partido más transparente” y los datos del Consejo de Transparencia lo desmienten.
* Aseguró que 2024 fue “el año con mayor inversión extranjera” y fue el segundo.
* Declaró que España “lidera las exportaciones en la UE” y no es cierto según Eurostat.
* Afirmó que España estaba bajo “procedimiento de déficit excesivo” cuando no lo estaba.
Cuando a los jóvenes se les machaca con que ciertas ideas son intocables y que dudar te coloca fuera del “bien”, buscarán justo lo contrario para reafirmar su identidad. Igual que muchos de nosotros nos rebelamos contra la moral conservadora, religiosa y familiar de hace veinte o treinta años, ellos ahora se rebelan contra el nuevo catecismo progresista, el que dicta qué es correcto pensar, cómo debes hablar y qué cosas no se pueden ni plantear sin que te caiga encima una lluvia de insultos. La rebeldía funciona así, siempre va donde está el tabú.
El problema es que hemos dejado de explicar por qué las cosas son malas, nos limitamos a repetir que lo son. Con Franco ocurre exactamente eso: se dice que fue terrible, pero no se explica en detalle por qué, ni cómo funcionó la represión, ni cómo se empobreció culturalmente al país, ni qué significó vivir sin derechos políticos reales. Y claro, cuando la explicación se sustituye por el dogma, los chavales lo que perciben es propaganda. Si les dices que pensar diferente les convierte en monstruos, algunos dan un paso más y adoptan ese papel encantados.
Ahí aparece el péndulo, jóvenes que miran el franquismo no desde el análisis histórico, sino desde la pose desafiante. Ven que no fue el infierno absoluto que a veces se pinta, ven que hubo estabilidad material para parte de la población y que España, aunque cerrada y atrasada, no era un erial en el que todos morían de hambre. Se agarran a esas medias verdades para desafiar la narrativa oficial y sentirse punk, modernos, contrarios a la autoridad. Y como los discursos identitarios han convertido cualquier duda en herejía, este tipo de revisionismo emocional encuentra terreno fértil.
Si seguimos tratándolos como idiotas y criminales no haremos más que reforzarles la identidad de “perseguidos”. Hay que volver a explicar, con calma y sin catecismos, por qué una dictadura es inaceptable, por qué la represión y la falta de libertades importan incluso si en la mesa había comida, y por qué no todo cuestionamiento del dogma progresista te convierte automáticamente en un enemigo de la convivencia. De lo contrario, la reacción seguirá creciendo, el péndulo seguirá girando y cada vez habrá más chavales abrazando lo que menos entienden, simplemente porque es lo único que les permite rebelarse.