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Mi nombre debería ser Sebastián Cornelius, investigador biotecnológico de nivel tres, pero no lo es. Sólo es el nombre que está escrito en la tarjeta de identificación que me cuelgo del cuello cada mañana antes de interpretar la farsa gracias a la cual he sobrevivido las tres últimas décadas. Nací y crecí en las desoladas tierras de la regresión, donde la civilización colonial ha retrocedido en apenas cinco generaciones a la edad del Hierro.
El último Mentalizador del Imperio Galáctico yacía con una expresión triunfal ante el pórtico rúnico. Atrás quedaban años de traiciones y persecuciones que habían llevado a su ilustre raza a la extincion. Ya no sentía el peso de la soledad ni el dolor de sus heridas. Su cuerpo, en otro tiempo hermoso, estaba parcialmente carbonizado y desfigurado por las armas de fuego láser y los ataques psíquicos que habían pretendido detenerle. El suyo fue un viaje sin retorno...
Mi nombre debería ser Sebastián Cornelius, investigador biotecnológico de nivel tres, pero no lo es. Sólo es el nombre que está escrito en la tarjeta de identificación que me cuelgo del cuello cada mañana antes de interpretar la farsa gracias a la cual he sobrevivido las tres últimas décadas. Nací y crecí en las desoladas tierras de la regresión, donde la civilización colonial ha retrocedido en apenas cinco generaciones a la edad del Hierro.
El último Mentalizador del Imperio Galáctico yacía con una expresión triunfal ante el pórtico rúnico. Atrás quedaban años de traiciones y persecuciones que habían llevado a su ilustre raza a la extincion. Ya no sentía el peso de la soledad ni el dolor de sus heridas. Su cuerpo, en otro tiempo hermoso, estaba parcialmente carbonizado y desfigurado por las armas de fuego láser y los ataques psíquicos que habían pretendido detenerle. El suyo fue un viaje sin retorno...