(Para no repetirme, con vuestro permiso me cito a mí mismo, de los comentarios enlazados en #19)
Sobre la necesidad de identificar a los superdotados:
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La casi totalidad de superdotados están condenados a la mediocridad, pues jamás desarrollan su ventaja. En lugar de ello, dedican su infancia y juventud a la ley del mínimo esfuerzo: ¿para qué esforzarse si moviendo apenas un meñique ya consiguen todo el rendimiento intelectual que les exige su entorno?
Y son muy conscientes de ser superiores, pero curiosamente en lugar de considerarse listos tienden a considerar tontos a los que les rodean, porque para ellos ser listo es lo natural.
Pero siempre hay un momento, un punto de inflexión en que sin esfuerzo no se progresa. Y entonces la cosa cambia. De pronto los tontos que les rodean les pasan delante aparentemente sin mover un dedo. ¿Qué ha sucedido?
Sencillamente que los que se han entrenado esforzándose toda su vida lo tienen mejor para adaptarse y aguantar el ritmo, mientras que los superdotados tienen que empezar a aprender a esforzarse a una edad mucho más avanzada.
A partir de ese momento los superdotados pasan a ser los tontos. Y la mayoría no se recuperan jamás.
Y es que es muy diferente ser listo y ser espabilado. La inteligencia técnica y la inteligencia emocional no van de la mano, de modo que los superdotados reciben el beso de la muerte al ser sobrevalorados cuando son jóvenes, para luego ser menosvalorados y caer en la nada cuando son adultos.
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Un superdotado que va a un colegio normal, que ve que todo es fácil para él y nada requiere esfuerzo, que es la delicia de sus padres por su educación y sus buenas notas, que es alabado por todos por las monerías con las que él sabe perfectamente que se mete a los adultos en el bolsillo,... en definitiva, un niño superdotado que no se vea sumergido desde la niñez en un ambiente de alta exigencia intelectiva (al nivel de su superior capacidad), está prácticamente condenado a perder su potencial ventaja y, en la mayoría de casos, a quedar en desventaja respecto a los demás.
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Tener un CI elevado es sólo una ventaja potencial, que si no se desarrolla no sirve para nada. De hecho usualmente actúa en contra del desarrollo del individuo a lo largo de toda la niñez y la adolescencia, como ya he explicado.
De hecho tener un CI elevado es también una carga. Aunque el niño no la percibe como tal, el niño se limita a escoger las opciones que le suponen un esfuerzo menor o nulo (en contra de lo que le conviene a su desarrollo) y huir siempre del esfuerzo porque él percibe desde siempre que las cosas se consiguen sin esforzarse.
Desde luego el coeficiente intelectual (sea alto o bajo) no exime de ser un perfecto gilipollas, así como tampoco exime de ser un perfecto sabio empático. Como ya he dicho, la inteligencia técnica y la emocional son cosas muy diferentes (la emocional viene determinada principalmente por la experiencia y varía más a lo largo de la vida, mientras que la capacidad técnica suele permanecer más inmutable), y el desarrollo de ambas depende casi por completo del entorno.
Lo deseable es que ese entorno no sea gilipollas y perciba el potencial, lo fomente y ayude al superdotado a desarrollar su ventaja. Mientras los profesores sigan siendo totalmente despreocupados y los padres tengan miedo de llevar a su niño a un "colegio de monstruitos", la abultadísima estadística de superdotados decepcionados y decepcionantes no bajará.
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No se trata de fracaso escolar. Hablo de fracaso vital, en el adulto. ¿A quién coño le importan las notas? Es precisamente ese error de evaluar numéricamente a una persona el que encumbra a los superdotados cuando son niños y les hunde cuando son adultos.
¿Nunca te has topado con el tipico sabio "friqui" y solitario, que domina de todo pero es incapaz de relacionarse? ¿O con el típico comercial leño, corto y algo maleducado que sin embargo cae bien y es un triunfador en la vida? ¿Quién es el listo? ¿Te sirve el expediente académico para medir ese tipo de cosas?
Si el niño es tonto o no, se ve en muchos otros factores, no en las notas.
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Hola, soy Superdotado. Tengo 9 años y llevo toda la vida aburriéndome.
En el colegio me paso casi todo el tiempo imaginando sin hacer nada, aunque tengo que fingir que atiendo porque si no me castigan. Pero no soporto tener que aprender de memoria montones de datos y libros porque es algo totalmente inútil. Si quisiera me aprendería los libros palabra por palabra para recitarlos en los exámenes, pero es que no sirve para nada ¡Y es tan aburrido!
Lo único que salvaría del colegio son las matemáticas, porque no son tontas. A veces en clase me dedico a jugar con los números y a descubrir relaciones entre ellos que la profesora no debe conocer porque no nos las enseña. Recuerdo que hace años me enseñaron lo que era multiplicar y me dije a mí mismo "Ah, ¿pero era esto? ¡Eso ya lo sabía al ir sumando!". Ni siquiera entiendo que al resto de niños les costara multiplicar, ¡son tan tontos!
Quizá del colegio también salvaría la física, que estamos empezando a aprender y sirve para explicar cómo funcionan las cosas y cómo es el mundo por dentro. Es realmente útil. Siempre que puedo la aplico con mis juguetes, porque me divierte montones. Causa y efecto, es fascinante.
Ya que lo menciono, la causa y el efecto me sirven incluso para predecir cómo actúan las personas, provocándolas para ver cómo actúan y entonces adivinando sus reglas y comportamientos por simple intuición.
También me gusta el inglés, porque es algo totalmente diferente y nuevo, y sin duda me será muy útil para aprender más cosas. Además es muy fácil ver e intuir cómo funcionan las reglas de un idioma, no entiendo que a los demás niños les cueste tanto.
Pero el resto de asignaturas son un coñazo. Consisten únicamente en leer y memorizar cosas que no sirven para nada. Me río cuando me enseñan tontadas como las normas ortográficas, porque no me hacen falta. Desde que a los tres años aprendí a leer con un cuadernillo con dibujitos, me he leído todos los libros que han caído en mis manos y sé perfectamente cómo se escribe cada palabra. Las normas que rigen todas esas palabras me resultan evidentes, no hace falta que me las enseñe nadie.
Por cierto, no sé por qué llaman libros "de adultos" a la literatura, porque yo los veo normalitos. Los que son insoportablemente idiotas son los libros "para niños". A veces tengo incluso que escabullirme para conseguir a escondidas los libros que tienen mis padres escondidos porque dicen que "no son aptos para niños". Pero yo los encuentro muy interesantes, así que... ¿qué sabrán ellos?
Por suerte tengo decenas de trucos nemotécnicos para saber todas las cosas que me preguntan en los exámenes sin tener que memorizarlas. Por ejemplo, el profesor de Filosofía es tan gandul que tiene la costumbre de preguntar sistemáticamente el último párrafo del penúltimo tema, ¡y los demás niños no se dan cuenta! El profesor de Historia nos preguntará como siempre sobre una revolución popular (en el siguiente examen toca la rusa, fijo), porque en clase se nota que esas cosas le encantan y siempre habla muy mal de las dictaduras. Y la profesora de Literatura nos preguntará sobre ese escritor del que este año se cumplen cuatrocientos años de su muerte, seguro.
Pero incluso sabiendo por simple intuición qué es lo que van a preguntar en los exámenes, me sigue dando pereza estudiar de memoria porque me parece algo totalmente inútil. Así que normalmente, cinco minutos antes del examen me apunto los conceptos importantes en la mesa o me aprendo dos palabras de cada párrafo, y con eso ya puedo rellenar el examen entero sacando buena nota. Aunque justo después del examen olvido enseguida lo memorizado porque no me sirve para nada.
Además, para mejorar mi nota, en los ejercicios siempre añado algunas frases que he leído en libros de adultos y que sé que a los profesores les encantan porque piensan que son frases muy inteligentes. Qué tontos son.
En definitiva, no tengo que molestarme en estudiar. Sin estudiar ya saco buenas notas y mis padres están encantados. Podría sacar mejores notas si quisiera, ¿pero para qué?
Para acabar de aburrirme, los demás niños del colegio son todos tontos. Algunos incluso suspenden, ¡con lo fácil que es sacar buenas notas! Ni siquiera me apetece estar con ellos porque no hablan más que de bobadas. Por suerte ellos tampoco desean acercarse a mí, aunque a veces se meten conmigo porque tienen envidia de mis notas.
Ya ni siquiera me molesto en corregir a los profesores cuando se equivocan. Antes me divertía, pero los niños ya me miran mal porque los profesores me felicitan demasiado. Malditos envidiosos, que no me dejan lucir siquiera una pequeña parte de lo que sé.
Una vez mi madre quiso apuntarme a clases de baloncesto fuera de las horas de clase. ¡Qué horror! Más horas inútiles con más niños tontos. Menos mal que se lo quité de la cabeza horrorizándolá con un convincente discurso sobre que eso se comería mi tiempo y disminuiría mi atención en el colegio (si ella supiera lo que atiendo...), añadiendo además algunas frases que leí en un artículo de medicina sobre las múltiples lesiones de los atletas.
Es muy fácil convencer a mis padres porque piensan que soy tonto como los demás niños. Me basta con hablarles normal, como habla cualquier adulto, y automáticamente se maravillan y me dan la razón.
Ni siquiera sé para qué necesito ir a un colegio, si el año pasado un psicólogo le dijo a mi madre delante de mí que soy superdotado y que podré hacer la carrera que quiera y tener éxito en cualquier cosa. Si un profesional dice que por tener un coco superior ya lo tengo todo hecho, no veo por qué me tendría que esforzar. ¡Seré un triunfador sin mover un dedo!
Ayer ni siquiera fui a clase. Lo que cuenta la profesora ya lo sé, porque se deduce de la clase anterior, en la que me bastó con escuchar cinco minutos para entenderlo todo.
Así que en lugar de ir a clase me fui a los grandes almacenes, a ver esas estanterías de juguetes montables que tanto me gustan porque me permiten crear cosas que no están en las instrucciones de la caja. Creo que si tuviera muchos de éstos podría crear algo grande. Incluso pienso que los adultos utilizan juguetes parecidos para construir cosas y que podría manejarlos sin problemas. También me encantan las estanterías de juguetes mecánicos, aunque mis padres ya no me los regalan porque siempre los rompo para ver cómo funcionan por dentro.
Desgraciadamente mi padre sólo me compra los juguetes que me gustan como premio, y muy de tanto en tanto, así que a veces tengo que fingir que hago algo especialmente brillante (aunque para mí sea una tontería) para que me compren uno. Entonces mis padres parecen encantados y me regalan uno de estos juguetes.
Es muy fácil usar este truco para convencer a mis padres de lo que quiera, porque parecen pensar que un niño de mi edad es tonto. En cambio cuando hago algo que para mí es normal, parecen maravillados, me premian, me dicen que soy muy listo e incluso se lo cuentan a los vecinos y amigos. Los adultos son tan tontos...
Ésa es mi vida. Ni los niños ni los adultos no me dan las cosas que me gustan ni lo que necesito, y en cambio me exigen tonterías que cualquier mono sabe hacer. Así que me paso la vida fingiendo que soy normal a los ojos de los demás y luchando para que no me exijan esforzarme en tonterías para mí son totalmente inútiles.