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Solo eran reglas consuetudinarias pero obligaron a varias generaciones a permanecer en el ostracismo y cambiar totalmente su forma de vestir. Más allá de la moda, el luto fue un tormento moral para muchas. En todos los casos, si las mujeres querían salir a la calle a dar un paseo debían hacerlo a escondidas. A los hombres, en cambio, apenas se les imponía nada: “Iban solamente con una banda negra en una manga o con un botón negro en el ojal”.
La niña del luto, una película de Manolo Summers que narra la historia de Rocío Vázquez, una “joven casadera” con un novio llamado Rafael Castroviejo, de profesión practicante. Rocío acaba de terminar un luto de seis meses por la muerte de su abuela y ya tiene permiso para seguir las relaciones con su novio: para pasear con él, ir al cine, a la iglesia, al baile y hablar, sobre todo hablar y hacer planes para la boda interrumpida por causa del luto. Pero el destino quiere que de nuevo sus planes se interrumpan porque muere el abuelo. Otros seis meses de luto. Rafael no se conforma con esta nueva espera y convence a Rocío de que escape con él, pero en el momento de la fuga, muere el padre de Rocío y la vida se detiene nuevamente. Él se rinde “No puedo con todo esto, Rocío”, dice al marcharse.
Esta película define la represión tan brutal que había en aquellos tiempos contra las mujeres.