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Mi vecindario de Facebook vive para mostrar y propagar sus ideales, alegrías y miserias. Y yo, cada mañana, me empapo de sus secreciones psico-ideológicas, mientras nado en una taza gigantesca de café.
La posmodernidad, que la llaman, esa especie de resaca intelectual de mayo del 68, nos dejó patinando las neuronas. Después de tanto correr delante de los grises, los más avispados pillaron una pértiga y entraron de un salto en los despachos del poder. Socialdemocracia, fue la fórmula única, la solución mágica para todo análisis, la tapia para cualquier alternativa. Cincuenta años después del mito de mayo, seguimos bailando con la explotación a ritmo de neoliberalismo, mientras de lejos suenan batucadas. ¿Lo escuchan?
Estamos acostumbrados a tratarnos con miradas esquivas, con respuestas programadas de dependientes de tienda, repartidores de comida, taxistas y otros entes desconocidos pero seguros y codificados. No sabemos, sin embargo, tratar con lo diferente, lo espontáneo. No sabemos, ni queremos, salirnos del cascarón.
Mi vecindario de Facebook vive para mostrar y propagar sus ideales, alegrías y miserias. Y yo, cada mañana, me empapo de sus secreciones psico-ideológicas, mientras nado en una taza gigantesca de café.
La posmodernidad, que la llaman, esa especie de resaca intelectual de mayo del 68, nos dejó patinando las neuronas. Después de tanto correr delante de los grises, los más avispados pillaron una pértiga y entraron de un salto en los despachos del poder. Socialdemocracia, fue la fórmula única, la solución mágica para todo análisis, la tapia para cualquier alternativa. Cincuenta años después del mito de mayo, seguimos bailando con la explotación a ritmo de neoliberalismo, mientras de lejos suenan batucadas. ¿Lo escuchan?
Estamos acostumbrados a tratarnos con miradas esquivas, con respuestas programadas de dependientes de tienda, repartidores de comida, taxistas y otros entes desconocidos pero seguros y codificados. No sabemos, sin embargo, tratar con lo diferente, lo espontáneo. No sabemos, ni queremos, salirnos del cascarón.