Jamás pensé que llegaríamos a este nivel de confusión y de sufrir sus peligrosos efectos secundarios, pero aquí están. La realidad supera una vez más a la ficción.
Es una falta de respeto invadir los sitios públicos con símbolos que pueden ofender a los no creyentes. Entiendo que soliciten permisos temporales para sus celebraciones y ritos, pero ocupar permanentemente el demanio debería evitarse.