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Lo grave no es que un concejal se gaste más de 9.000 euros en teléfono sin justificación alguna; lo realmente grave es que buena parte de la ciudadanía reste importancia al hecho y opine que no es para tanto.
El uso de una bandera autonómica que transgreda la norma estatutaria, la apertura de órganos de representación en el extranjero, el apoyo a supuestas selecciones deportivas nacionales o la creación de instituciones tan caricaturescas como la Academia Canaria de la Lengua forman parte de esa ceremonia mediante la cual se pretende simular la existencia de un Estado que no existe.
Quién iba a decirnos que buena parte de nuestro futuro dependería de las decisiones que se adoptasen en París. Doscientos años después, Napoleón se ha salido con la suya.
¿Cómo es posible que doscientos mil ciudadanos sobrevivan sin ningún ingreso? ¿Se alimentan por fotosíntesis? ¿Convierten cortinas y manteles en toda suerte de prendas de vestir? ¿Nutren los depósitos de sus vehículos de agua corriente? ¿Residen en los nidos abandonados por las aves migratorias? La respuesta a tal enigma es sencilla: los años de bonanza económica de los que disfrutamos nos individualizaron de la misma forma que la galopante recesión que sufrimos nos vuelve a colectivizar.
Cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, habló días atrás de la posibilidad de que las autonomías devuelvan a la administración estatal las competencias en Sanidad, Educación y Justicia, un ejército de militantes de partidos políticos de diferente signo, incluido el de la propia gerifalte madrileña, sintió que un desagradable escalofrío le recorría el cuerpo.
Una mañana que creía como las demás, el hasta entonces amable camarero de Reyes Católicos cometió la osadía de reclamarme dos euros
El municipio tarraconense de Rasquera vota en referéndum en pocas horas la posibilidad de que un terreno municipal se convierta en una plantación de cannabis para, de esa forma, sanear las cuentas municipales. Pero las connotaciones de dicha consulta superan el ámbito de dicha población y nos llevan a reflexionar sobre si los Estados están actuando con diligencia ante este fenómeno. Libertad individual, inoperatividad policial y crimen organizado entran en juego
Este artículo trata de remover las conciencias unas horas antes de que se celebre el referéndum en la localidad tarraconense de Rasquera. Las prohibiciones deben formar parte del entramado social, resultan imprescindibles para una convivencia cívica, pero sólo hallan justificación cuando regulan las relaciones entre un ciudadano y terceros, nunca cuando se aplican a conductas individuales inocuas para el resto de los mortales.
Lo verdaderamente grave no es que un cargo público se coja una cogorza de campeonato, circule en sentido contrario y huya de la policía. Lo realmente preocupante es que continúe al frente de un puesto de responsabilidad y, sobre todo, la indulgencia que brinda la sociedad a este tipo de casos.
Lo grave no es que un concejal se gaste más de 9.000 euros en teléfono sin justificación alguna; lo realmente grave es que buena parte de la ciudadanía reste importancia al hecho y opine que no es para tanto.
El uso de una bandera autonómica que transgreda la norma estatutaria, la apertura de órganos de representación en el extranjero, el apoyo a supuestas selecciones deportivas nacionales o la creación de instituciones tan caricaturescas como la Academia Canaria de la Lengua forman parte de esa ceremonia mediante la cual se pretende simular la existencia de un Estado que no existe.
Quién iba a decirnos que buena parte de nuestro futuro dependería de las decisiones que se adoptasen en París. Doscientos años después, Napoleón se ha salido con la suya.
¿Cómo es posible que doscientos mil ciudadanos sobrevivan sin ningún ingreso? ¿Se alimentan por fotosíntesis? ¿Convierten cortinas y manteles en toda suerte de prendas de vestir? ¿Nutren los depósitos de sus vehículos de agua corriente? ¿Residen en los nidos abandonados por las aves migratorias? La respuesta a tal enigma es sencilla: los años de bonanza económica de los que disfrutamos nos individualizaron de la misma forma que la galopante recesión que sufrimos nos vuelve a colectivizar.
Cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, habló días atrás de la posibilidad de que las autonomías devuelvan a la administración estatal las competencias en Sanidad, Educación y Justicia, un ejército de militantes de partidos políticos de diferente signo, incluido el de la propia gerifalte madrileña, sintió que un desagradable escalofrío le recorría el cuerpo.
Una mañana que creía como las demás, el hasta entonces amable camarero de Reyes Católicos cometió la osadía de reclamarme dos euros
El municipio tarraconense de Rasquera vota en referéndum en pocas horas la posibilidad de que un terreno municipal se convierta en una plantación de cannabis para, de esa forma, sanear las cuentas municipales. Pero las connotaciones de dicha consulta superan el ámbito de dicha población y nos llevan a reflexionar sobre si los Estados están actuando con diligencia ante este fenómeno. Libertad individual, inoperatividad policial y crimen organizado entran en juego
Este artículo trata de remover las conciencias unas horas antes de que se celebre el referéndum en la localidad tarraconense de Rasquera. Las prohibiciones deben formar parte del entramado social, resultan imprescindibles para una convivencia cívica, pero sólo hallan justificación cuando regulan las relaciones entre un ciudadano y terceros, nunca cuando se aplican a conductas individuales inocuas para el resto de los mortales.
Lo verdaderamente grave no es que un cargo público se coja una cogorza de campeonato, circule en sentido contrario y huya de la policía. Lo realmente preocupante es que continúe al frente de un puesto de responsabilidad y, sobre todo, la indulgencia que brinda la sociedad a este tipo de casos.