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Decía Reverte en una de sus últimas columnas, angustiosamente titulada Mariconadas, que sus colegas columnistas le confiesan escribir “bajo presión, acojonados por la interpretación que pueda hacerse en las redes de cuanto digan”. La simple idea de imaginarse a Reverte acongojado, un personaje nacido y perpetuado a base de decir siempre lo que le ha dado la puta gana, resulta sonrojante.
Cuando el museo de diseño de Londres propuso a Andrés Jaque hacer una exposición sobre un diseño que estuviera transformando las ciudades, el arquitecto lo tuvo claro: Grindr, la aplicación de contactos sexuales entre hombres, era quizá la revolución urbana más importante de los últimos años, pensó. «Todos los conflictos a los que están expuestas las ciudades en estos momentos pasan por esta app», confirma el arquitecto. «La importancia de calles y plazas palidece en comparación con la de Grindr».
Decía Reverte en una de sus últimas columnas, angustiosamente titulada Mariconadas, que sus colegas columnistas le confiesan escribir “bajo presión, acojonados por la interpretación que pueda hacerse en las redes de cuanto digan”. La simple idea de imaginarse a Reverte acongojado, un personaje nacido y perpetuado a base de decir siempre lo que le ha dado la puta gana, resulta sonrojante.
Cuando el museo de diseño de Londres propuso a Andrés Jaque hacer una exposición sobre un diseño que estuviera transformando las ciudades, el arquitecto lo tuvo claro: Grindr, la aplicación de contactos sexuales entre hombres, era quizá la revolución urbana más importante de los últimos años, pensó. «Todos los conflictos a los que están expuestas las ciudades en estos momentos pasan por esta app», confirma el arquitecto. «La importancia de calles y plazas palidece en comparación con la de Grindr».