#11 y que realmente no era egipcia. Cleopatra VII, aunque fue la última reina del Antiguo Egipto, era griega macedonia. Pertenecía a la dinastía de los Ptolomeos, fundada por uno de los generales de Alejandro Magno. A pesar de ello, Cleopatra adoptó la cultura, la lengua y las costumbres egipcias.
#26 Negar ayudas a la segunda generación de inmigrantes por ser extranjeros no resuelve las tasas de paro; al contrario, dificulta su integración y acceso al empleo. En España, históricamente, la inmigración ha sido bien aceptada y no ha generado guetos: los inmigrantes se han integrado en barrios, colegios y trabajos, contribuyendo a la sociedad y la economía.
La solución que propones —rechazar ayudas y limitar oportunidades— favorece la exclusión, la marginalidad y puede derivar en mayores problemas sociales y delincuencia, como se ha visto en otros países donde se crean guetos urbanos y se margina a comunidades completas.
Por eso, las ayudas sociales no son privilegios: permiten que la segunda generación se forme, trabaje y aporte, beneficiando a toda la sociedad en vez de generar conflictos.
#23 Aunque los inmigrantes en España suelen tener salarios más bajos que los nativos, su contribución al sistema público es positiva. Esto se debe a su alta tasa de actividad laboral y a que, en general, consumen menos servicios públicos. Por ejemplo, los inmigrantes representan el 10% de los ingresos de la Seguridad Social, pero solo el 1% de sus gastos .
Además, muchos inmigrantes llegan al país en edad laboral activa y, aunque inicialmente puedan ocupar empleos de baja cualificación, su presencia contribuye a la sostenibilidad del sistema de pensiones y al crecimiento económico del país .
Es cierto que los inmigrantes ganan, en promedio, un 29,3% menos que los trabajadores nativos . Sin embargo, su contribución fiscal neta sigue siendo positiva, especialmente en la fase activa de su vida laboral.
Por lo tanto, incluso con salarios bajos, los inmigrantes aportan más de lo que reciben del sistema público, gracias a su participación activa en el mercado laboral y a su menor consumo de servicios públicos.
#12 No se ocultan, los datos están ahí: Banco de España, INE y Seguridad Social publican cifras que cualquiera puede consultar.
Y la OCDE —que no es España, pero agrupa a los países más desarrollados y compara sus economías con los mismos criterios— muestra lo mismo:
en España, la inmigración aporta más de lo que recibe y ayuda a sostener el sistema de pensiones.
Negarlo no rompe un relato, rompe con la evidencia.
#8
Citar un estudio de Dinamarca para hablar de España no es “romper el relato”, es mezclar contextos distintos. Ese trabajo analiza un país con otro modelo fiscal y migratorio.
En España, estudios del Banco de España y la OCDE muestran lo contrario: la inmigración aporta más de lo que recibe y ayuda a sostener las pensiones y el empleo.
Comparar sin contexto no es debatir con datos, es confundirlos.
#1 Entiendo tu punto, pero ese planteamiento simplifica demasiado una realidad mucho más compleja.
Primero, los migrantes también trabajan, cotizan y pagan impuestos, igual que cualquier otra persona. De hecho, según los datos del INE y de la Seguridad Social, su aportación neta al sistema público es positiva: contribuyen más de lo que reciben en ayudas. Sin esa mano de obra, muchos sectores —como la construcción, la hostelería, la agricultura o los cuidados— no podrían sostenerse.
Segundo, las ayudas sociales no son un privilegio, son un mecanismo de cohesión para toda la sociedad. Las reciben también nacionales cuando lo necesitan, porque el Estado no se construyó para excluir, sino para garantizar mínimos de dignidad y oportunidades a quien pasa por un momento difícil.
Y tercero, nuestros padres y abuelos también emigraron: se fueron a Suiza, Alemania o Francia, y allá también recibieron apoyo del Estado para integrarse y empezar una nueva vida. La solidaridad que ellos recibieron es la misma que hoy debemos ejercer nosotros.
El país no se fortalece excluyendo, sino integrando.
Pedimos menos funcionarios y menos impuestos, pero luego, cuando vamos hacinados en el transporte público o hacemos largas colas en la sanidad, nos damos cuenta de que esos recortes que antes veíamos como algo abstracto tienen consecuencias muy concretas. Nos duelen porque afectan directamente a nuestra vida diaria: a la atención médica que recibimos, a la calidad de la educación de nuestros hijos, o al tiempo que perdemos cada día en un autobús o un tren saturado. Queremos menos gasto público, pero también exigimos servicios públicos de calidad, y ahí está la contradicción que muchas veces no queremos asumir.
No vienen a gestionar vienen a desmontar. Trabajo en una empresa pública y sabes a quien han puesto de Directora, a una persona que viene de una empresa consultora especializada en regulaciones de empleo.
#12 la democracia no se hereda: se cuida y se construye cada día. No es perfecta, ni mucho menos. España tiene problemas reales: corrupción, desigualdad, falta de transparencia, poder económico desmedido o instituciones que a veces parecen desconectadas de la ciudadanía. Pero eso no invalida el sistema: lo que exige es mejorarlo, no despreciarlo.
Según el Índice de Democracia 2024 de The Economist, España tiene una puntuación de 8,13 sobre 10, lo que la sitúa entre las democracias plenas del mundo. En Freedom House obtiene 90/100 puntos, clasificada como país “libre”. Son datos objetivos que muestran que, con sus defectos, España es una democracia consolidada.
Por supuesto, hay que enseñar a los jóvenes la verdad: venimos de una dictadura, y no podemos dar por hecha la libertad. Una democracia puede deteriorarse si se deja en manos de unos pocos o si la ciudadanía se desentiende. Por eso hay que participar, fiscalizar, exigir rendición de cuentas y seguir ampliando derechos.
No, no todo es un maquillaje del franquismo. Sí, hay que seguir peleando para que la democracia sea de más calidad y esté al servicio de todos. Pero decir que nada ha cambiado es olvidar que hoy podemos escribir, protestar, votar y discrepar sin miedo. Eso —en sí mismo— es un triunfo que merece ser defendido.
#1 Decir que “pocas cosas han cambiado” desde el franquismo es desconocer la historia reciente de España. La Transición fue un proceso complejo, pero trajo algo que bajo la dictadura era impensable: libertad, derechos y pluralismo político. Hoy los ciudadanos elegimos libremente a nuestros representantes, existe libertad de prensa, sindicatos, partidos políticos de todas las ideologías y una justicia que, con sus limitaciones, es independiente.
Desde 1978 España ha pasado de ser un país aislado y empobrecido a una democracia consolidada en la Unión Europea, con un sistema de bienestar, sanidad y educación pública que no existían en tiempos del franquismo. También hemos avanzado en igualdad, derechos laborales, derechos de las mujeres, y libertades civiles, logros que sólo pueden nacer de un sistema democrático.
La monarquía parlamentaria puede gustar más o menos, pero no es comparable con una dictadura. El jefe del Estado ya no gobierna: gobiernan los ciudadanos a través del voto. Confundir ambos sistemas es negar décadas de progreso político, económico y social.
España no es perfecta, pero es infinitamente más libre, justa y plural que bajo el franquismo. Y eso se lo debemos a la democracia nacida de la Transición.
Que no os engañen: una deducción de hasta 100 € suena bien en titulares, pero es mínima si la comparamos con otras rebajas fiscales que ha hecho el Gobierno andaluz para rentas altas o para grandes patrimonios.
Estados Unidos es un país construido por colonos europeos y su propio nombre, ‘Estados Unidos de América’, no tiene raíces históricas en los pueblos que habitaban esa región antes de la colonización; es simplemente la descripción de una unión política de estados