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Hay jugadores que marcan, así, en general, y jugadores que te marcan. Parece lo mismo, pero no lo es. Quién no tiene incrustado en el recuerdo un nombre que, para el gran público, es intrascendente. Como esa película que a nadie le gusta salvo a ti. Como esa serie que sólo tú ves. Un tipo que, por esos avatares del deporte, hizo el partido de su vida contigo delante. Y, desde entonces, te es más familiar de lo normal. Eso no puede corregirse ni evitarse. Ocurre. Mi historia de amor comenzó por una toalla, fíjense. Bucólico.
A veces, uno cae en el error de pensar que el fútbol es para titanes. Para esos jugadores deflagrantes, tras los que la tierra parece que se abre. A veces, uno observa este deporte de choques de berrendos y aúlla, rebuscando en lo más primario. Contempla la estampida, la exuberancia del trote, y aplaude como pidiendo que se vuelvan a embestir. A veces, uno se emborracha de ese fútbol que no es táctico, ni técnico, sino adrenalínico, de cabalgata de valquirias. A veces, la chispa se pierde entre tanto pectoral que revienta costuras.
"El entrenador conoce la táctica y el estilo de juego propio del equipo como casi nadie; simplemente plantea fórmulas para desconcertar a rivales que creían conocer todas las respuestas (dando lugar a una sentencia tan alejada de la realidad como el resultadismo, que no merece cabida en esta pieza), lo que llevará como resultado final a una mayor variedad de recursos y a la utilización, según el partido o las fases del mismo, de uno u otro manual o incluso de la mezcla de ambos."
Disculpen, pero soy novato aquí y no sé qué supone que se me acuse de microblogging. Me he limitado a publicar un artículo que me ha parecido interesante. ¿Alguien podría aclarármelo? Gracias y disculpen las molestias.
Con trece años respondió a un test en el que confesaba cuál era su sueño. Doce años después, se convertirá, en unos días, en el padre de Thiago.
Probablemente, el mejor texto de todos cuantos publicó Enric González en El País.
Hay jugadores que marcan, así, en general, y jugadores que te marcan. Parece lo mismo, pero no lo es. Quién no tiene incrustado en el recuerdo un nombre que, para el gran público, es intrascendente. Como esa película que a nadie le gusta salvo a ti. Como esa serie que sólo tú ves. Un tipo que, por esos avatares del deporte, hizo el partido de su vida contigo delante. Y, desde entonces, te es más familiar de lo normal. Eso no puede corregirse ni evitarse. Ocurre. Mi historia de amor comenzó por una toalla, fíjense. Bucólico.
A veces, uno cae en el error de pensar que el fútbol es para titanes. Para esos jugadores deflagrantes, tras los que la tierra parece que se abre. A veces, uno observa este deporte de choques de berrendos y aúlla, rebuscando en lo más primario. Contempla la estampida, la exuberancia del trote, y aplaude como pidiendo que se vuelvan a embestir. A veces, uno se emborracha de ese fútbol que no es táctico, ni técnico, sino adrenalínico, de cabalgata de valquirias. A veces, la chispa se pierde entre tanto pectoral que revienta costuras.
"El entrenador conoce la táctica y el estilo de juego propio del equipo como casi nadie; simplemente plantea fórmulas para desconcertar a rivales que creían conocer todas las respuestas (dando lugar a una sentencia tan alejada de la realidad como el resultadismo, que no merece cabida en esta pieza), lo que llevará como resultado final a una mayor variedad de recursos y a la utilización, según el partido o las fases del mismo, de uno u otro manual o incluso de la mezcla de ambos."
Con trece años respondió a un test en el que confesaba cuál era su sueño. Doce años después, se convertirá, en unos días, en el padre de Thiago.
Probablemente, el mejor texto de todos cuantos publicó Enric González en El País.
#1 En especial, a usted.