El paladar se hace al producto. Y con el tiempo se convierte en cultura arraigada. En España, como dice el artículo, en una posguerra en la que había que decidir entre café de achicoria, de maíz, de algarrobo o torrefacto... el torrefacto ganaba por goleada.
Y una generación entera se acostumbró al torrefacto, y cuando tras la autarquía pudieron volver a ser asequibles los cafés naturales, toda España ya se había acostumbrado a un café "fuerte, con cuerpo y que les despertaba". Y es que no nos olvidemos que hoy en día el café se toma más para despertarse que por el mero placer de disfrutar su delicado sabor y aroma.
El paladar se hace al producto. Y con el tiempo se convierte en cultura arraigada. En España, como dice el artículo, en una posguerra en la que había que decidir entre café de achicoria, de maíz, de algarrobo o torrefacto... el torrefacto ganaba por goleada.
Y una generación entera se acostumbró al torrefacto, y cuando tras la autarquía pudieron volver a ser asequibles los cafés naturales, toda España ya se había acostumbrado a un café "fuerte, con cuerpo y que les despertaba". Y es que no nos olvidemos que hoy en día el café se toma más para despertarse que por el mero placer de disfrutar su delicado sabor y aroma.