En el principio era el Verbo,
y el Verbo era con Dios,
y el Verbo era Dios.
Juan 1:1.
La plenitud de la deidad
La Biblia nos enseña que el Señor Jesús es Dios y al mismo tiempo hombre sin pecado. Y como hombre, no era físicamente más fuerte que cualquier otro ser humano. Se cansó, necesitó alimentos, ropa, reposo y abrigo como cualquiera de nosotros. Sin embargo, “en él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad” (Colosenses 2:9).
Él reivindicó su deidad cuando dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Quienes le oyeron decir esto procuraron matarle, porque sabían qué quería decir con estas palabras. En otra ocasión declaró: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58). Y de nuevo sus oyentes tomaron piedras para arrojárselas. Finalmente le crucificaron, porque dijeron: “Se hizo a sí mismo Hijo de Dios” (Juan 19:7).
El Señor recibió adoración como sólo le correspondía a Dios. Los sabios del Oriente ya le habían rendido homenaje cuando era niño. Durante su servicio público varias personas se echaron a sus pies para adorarle. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento nos enseñan que sólo Dios debe ser adorado. Jesús lo fue, porque es Dios.
También se le llama Dios. En Romanos 9:5 se habla de los israelitas, “de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos”.
En Tito 2:13 leemos acerca de “la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. En Hebreos 1:8 Dios dice de su Hijo hecho hombre: “Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo”.
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solo quiero que me contesten algo... quien de ustedes me puede decir que es feliz?