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En 1989 una médica del Hospital de Niños de La Plata, sor María Ludovica, se topó con una muestra de Helen Zout sobre un neuropsiquiátrico y no dudó en llamarla. La idea: trabajar en un afiche sobre el Día Internacional del Sida. “Mi primera sensación y quizá la que me movilizó, fue que a 20 cuadras del centro de la ciudad y detrás de esos muros, estaba sucediendo algo terrible, de lo cual la gente nunca se enteraría”, dice. El disparador se clavó en el músculo y así nació Niños con Sida.
Eduardo Relero pinta sus frescos en las calles españolas desde 1996. Anaformismo. Nada de deforme, ni de diagnóstico traumatológico. Ni de software, ni de colores predeterminados o planos ajustables. Sólo una técnica, de este rosarino que estudio Arquitectura y Bellas Artes y se moldeó en Roma, que se antoja virgen a pesar de las décadas y los remitentes de la historia.
Lisandro Aristimuño es un patagónico con valor agregado. Nació hace 29 años en Viedma, Río Negro e intentó, como cientos, desarmar sueños en Buenos Aires. Eso fue en el 2001. Grabó un disco casero y salió a rifar la suerte por las discográficas. Desde entonces le caminan tres maravillosos discos por las manos, que se han logrado filtrar entre los más destacados del contubernio de cabotaje: Azules turquesas (04), Ese asunto de la ventana (05 y 39º (07). La trilogía es sólida, ecléctica, sorpresiva y poética.
En 1989 una médica del Hospital de Niños de La Plata, sor María Ludovica, se topó con una muestra de Helen Zout sobre un neuropsiquiátrico y no dudó en llamarla. La idea: trabajar en un afiche sobre el Día Internacional del Sida. “Mi primera sensación y quizá la que me movilizó, fue que a 20 cuadras del centro de la ciudad y detrás de esos muros, estaba sucediendo algo terrible, de lo cual la gente nunca se enteraría”, dice. El disparador se clavó en el músculo y así nació Niños con Sida.
Eduardo Relero pinta sus frescos en las calles españolas desde 1996. Anaformismo. Nada de deforme, ni de diagnóstico traumatológico. Ni de software, ni de colores predeterminados o planos ajustables. Sólo una técnica, de este rosarino que estudio Arquitectura y Bellas Artes y se moldeó en Roma, que se antoja virgen a pesar de las décadas y los remitentes de la historia.
Lisandro Aristimuño es un patagónico con valor agregado. Nació hace 29 años en Viedma, Río Negro e intentó, como cientos, desarmar sueños en Buenos Aires. Eso fue en el 2001. Grabó un disco casero y salió a rifar la suerte por las discográficas. Desde entonces le caminan tres maravillosos discos por las manos, que se han logrado filtrar entre los más destacados del contubernio de cabotaje: Azules turquesas (04), Ese asunto de la ventana (05 y 39º (07). La trilogía es sólida, ecléctica, sorpresiva y poética.