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Ante los errores políticos (y también humanos) se tiende a buscar un modelo de perfección que claramente no existe. Lo malo es que genera tal nivel de ansiedad y estrés lograrlo que, habitualmente, se transforma en un escondite de inseguridades y miedos para transmitir una imagen de lo que no somos. Estos temores nos llevan a negar errores o fallos que son palpables para los demás.
Uno de los problemas de las ciudades en la actualidad es la movilidad. Los problemas de atascos continuos y la dificultad de los ciudadanos para ir de un sitio a otro, que complican su vida diaria. A esto hay que unir el enorme costo económico y ambiental que supone la movilidad privada, cada ciudadano con su coche a cuestas a todos sitios. Resulta que hace siglos nos agrupamos en ciudades para ser más cómodos, eficaces y sociables… y ahora estamos justo en las antípodas de esas intenciones iniciales.
Asistimos con alarmante frecuencia a las noticias sobre afectados por las hipotecas, que son presionados, hasta límites insospechados, por sus entidades financieras para abandonar la vivienda en la que habitan. Lanzados a la caza de los clientes a cualquier precio, durante la década dorada de la especulación y el boom inmobiliario, las entidades no tuvieron reparos en vender hipotecas a todo tipo de clientes, saltándose a la ligera cualquier análisis serio de riesgos, y lo que es peor, ofreciendo cantidades muy superiores
Ante los errores políticos (y también humanos) se tiende a buscar un modelo de perfección que claramente no existe. Lo malo es que genera tal nivel de ansiedad y estrés lograrlo que, habitualmente, se transforma en un escondite de inseguridades y miedos para transmitir una imagen de lo que no somos. Estos temores nos llevan a negar errores o fallos que son palpables para los demás.
Uno de los problemas de las ciudades en la actualidad es la movilidad. Los problemas de atascos continuos y la dificultad de los ciudadanos para ir de un sitio a otro, que complican su vida diaria. A esto hay que unir el enorme costo económico y ambiental que supone la movilidad privada, cada ciudadano con su coche a cuestas a todos sitios. Resulta que hace siglos nos agrupamos en ciudades para ser más cómodos, eficaces y sociables… y ahora estamos justo en las antípodas de esas intenciones iniciales.
Asistimos con alarmante frecuencia a las noticias sobre afectados por las hipotecas, que son presionados, hasta límites insospechados, por sus entidades financieras para abandonar la vivienda en la que habitan. Lanzados a la caza de los clientes a cualquier precio, durante la década dorada de la especulación y el boom inmobiliario, las entidades no tuvieron reparos en vender hipotecas a todo tipo de clientes, saltándose a la ligera cualquier análisis serio de riesgos, y lo que es peor, ofreciendo cantidades muy superiores