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Sobre la confianza en el amor moderno

Vivimos en la era del cristal blindado: transparente pero impenetrable. Las parejas de hoy se miran a través de este material invisible mientras susurran "por si acaso me dejas", firmando contratos emocionales con cláusulas de escape, calculando porcentajes de inversión afectiva como quien diversifica una cartera de valores. El amor se ha convertido en una transacción de bajo riesgo donde nadie apuesta el todo por el todo.

Mi abuela me contó cómo conoció al abuelo: fue un salto al vacío sin red. Era una sociedad de confianza mutua, donde los contratos se sellaban con apretones de mano y el matrimonio funcionaba bajo esa misma lógica: uno se casaba como quien planta un árbol, sabiendo que las raíces tardarían décadas en profundizar, que habría sequías y tormentas, pero que la sombra final valdría cada día de cuidado.

Ahora habitamos ciudades de desconfianza mutua. "Te quiero" viene con asterisco: *términos y condiciones sujetos a cambio sin previo aviso. Mantenemos cuentas bancarias separadas, apartamentos propios, carreras paralelas como búnkeres emocionales. Nunca tuvimos tantas opciones y nunca fuimos tan infelices. Swipeamos en aplicaciones que prometen el amor pero entregan su simulacro digital. Ghosteamos y somos ghosteados mientras el tiempo cierra las puertas verdaderas.

Esta supuesta libertad sin compromiso es como un pájaro sin cielo: puede mover las alas pero no tiene hacia dónde volar. La vida no es un videojuego con puntos de guardado; no podemos resetear sin consecuencias, sin las cicatrices que son los mapas de nuestra humanidad.

Los viejos tomados de la mano en los parques no llegaron ahí por un amor eterno e inmutable, sino por decisión y obstinación. Conocieron el tedio, la tentación y el desencanto, pero también la gramática secreta del amor verdadero: que se conjuga en futuro anterior, en "habremos sido", en la proyección de un nosotros que trasciende el yo inmediato.

El problema es que hemos dejado de creer en nuestra capacidad para construir. Las parejas modernas son sociedades de responsabilidad limitada donde cada socio guarda su derecho de veto. Pero el amor verdadero no entiende de porcentajes ni de cláusulas de rescisión. Es totalitario en el mejor sentido: exige todo y lo da todo. Es la única inversión que solo fructifica cuando se arriesga el capital completo.

La vulnerabilidad no es debilidad sino fortaleza, confiar no es ingenuidad sino valentía. Al final, cuando lleguemos al último día, no lamentaremos los riesgos tomados sino los que no nos atrevimos a tomar, no las veces que confiamos demasiado sino las que, por miedo, no confiamos lo suficiente. Porque esta tibieza calculada, esta prudencia cobarde, mata lentamente por inanición del alma, por asfixia del corazón que necesita latir sin red para sentirse verdaderamente vivo.

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