Frases y fragmentos de libros
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Cuento - "El pescador"

Un rico empresario estaba de viaje de negocios en una isla cuando, al acercarse al puerto, vio a un pescador tranquilamente acostado sobre su barco tomando un té y leyendo un libro. Le picó la curiosidad el hecho de que en plena hora de pesca, aquel hombre estuviera allí descansando.

-¡Hola, buenos días! -saludó amablemente el empresario.

-¡Buenos días! -le contestó el pescador.

-¿No sale a pescar hoy?

-Sí, ya salí esta mañana y en dos horas ya pesqué lo suficiente para el día.

-Vaya... ¿y por qué no pesca más de lo que necesita?

-¿Y para qué iba a hacer eso? -le contestó sorprendido el pescador.

-Pues... porque así ganaría usted más dinero -fue la respuesta del empresario. Y con ese dinero podría comprar un motor para la barca.

-¿Y para qué querría yo un motor en la barca?

-Bueno, con un motor podría ir a aguas más profundas, allí donde hay muchos más peces.

-Vaya... pues no lo había pensado, pero, ¿para qué quiero yo pescar más peces de los que necesito? -preguntó de nuevo el pescador.

-Pues porque así los podría vender y ganaría más dinero, y con ese dinero podría comprar mejor material; por ejemplo, anzuelos y redes nuevas que pescasen más peces aún... y con ese dinero podría usted comprar otra barca más.

-Pero... ¿y para qué quiero yo dos barcas? -preguntó de nuevo el pescador.

-Pues para contratar a alguien y ganar más dinero aún, y con ese dinero usted podría comprar otra barca más, y otra, y otra... y al final tendría una gran flota y un montón de gente trabajando para usted. Y de esa forma, seguramente conseguiría ser tan rico como lo soy yo.

-Pero, y cuando fuera tan rico como usted, entonces, ¿a qué me dedicaría?

-Pues es fácil -rio el empresario. Podría sentarse y disfrutar de la vida.

-¿Y qué cree que estoy haciendo en este momento?

Cuento sufí

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Cuento zen - "El jardín del templo"

Un sacerdote estaba a cargo del jardín dentro de un famoso templo zen. Se le había dado el trabajo porque amaba las flores, los arbustos, y los árboles.

Junto al templo, había otro templo más pequeño donde vivía un viejo maestro. Un día, cuando el sacerdote esperaba a unos invitados importantes, tuvo especial cuidado en atender el jardín.

Sacó las malezas, recortó los arbustos, rastrilló el musgo, y pasó un largo tiempo juntando y acomodando con cuidado todas las hojas secas. Mientras trabajaba, el viejo maestro lo miraba con interés desde el otro lado del muro que separaba los templos.

Cuando terminó, el sacerdote se alejó para admirar su trabajo.

— ¿No es hermoso? — le dijo al viejo maestro.

— Sí — replicó el anciano —, pero le falta algo. Ayúdame a pasar sobre este muro y lo arreglaré por ti.

Luego de dudarlo, el sacerdote levantó al viejo y lo ayudó a bajar. Lentamente, el maestro caminó hacia el árbol cercano al centro del jardín, lo tomó por el tronco, y lo sacudió. Las hojas llovieron sobre todo el jardín.

— Ahí está... ahora puedes llevarme de vuelta.

Cuento zen

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‘Levantémonos’, clamó Jim Larkin

‘Los grandes no son grandes.

¡Es que estamos de rodillas!

Levantémonos’.

  • Les grands ne sont grands que parce que nous sommes à genoux: Levons-nous.
  • Ní uasal aon uasal ach sinne bheith íseal: Éirímis.
  • The great appear great because we are on our knees. Let us rise.

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Ver a los ricos por la tele

Imagina a una pareja paseando por la playa con un perro. Ellos charlan y el perro corre por ahí. Luego atan al perro a un árbol y se pasan la tarde haciendo el amor, mientras el perro, atado, los mira y ladra de vez en cuando.

Pues tú eres el perro.

Dinero. Martin Amis.

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Cuento popular - "El cántaro roto"

En una pequeña aldea situada en pleno desierto, vivía un hombre que cada mañana traía agua desde un manantial ubicado a unos pocos kilómetros de distancia.

Colocaba dos grandes cántaros a ambos lados de una gruesa barra de madera que, a su vez, apoyaba en sus hombros. Y así, con la alegría en el cuerpo y una sonrisa en el alma, comenzaba un camino que siempre era el mismo.

Tardaba más o menos una hora en llegar hasta el manantial. Una vez allí, se sentaba un rato a descansar y después llenaba los dos cántaros para iniciar el regreso.

Aunque eran parecidos, había una diferencia importante entre ambos recipientes. Uno cumplía a la perfección su trabajo, pues mantenía toda su agua intacta durante el trayecto. En cambio, el otro, debido a una pequeña herida en uno de sus costados, iba perdiendo agua durante el regreso; tanta que, al llegar de nuevo a la aldea, había perdido la mitad de su contenido.

Este último cántaro, conforme pasaban los días, se sentía cada vez más y más triste, pues sabía que no estaba cumpliendo con su trabajo. Y aun así no entendía por qué su dueño no lo arreglaba o, directamente, lo sustituía por otro. «Quizás», pensaba, «esté esperando el momento en que me rompa totalmente para cambiarme por uno más nuevo».

Y así pasaban los días, y las semanas, y los meses, y sobre todo, los pensamientos de un cántaro que cada día se sentía menos útil.

Llegó el día en que ya no pudo aguantar más y, aprovechando que el aguador lo abrazaba entre sus manos para llenarlo de agua, se dirigió a él:

—Me siento culpable por hacerte perder tiempo y esfuerzo. Te pido que me abandones y me cambies por otro más nuevo, pues ya ves que soy incapaz de servirte como debiera.

—¿Qué? —contestó el aguador, extrañado—. No te entiendo, ¿por qué dices que no me sirves?

—Acaso no te has dado cuenta de que estoy roto y voy perdiendo la mitad del agua durante el camino de vuelta.

El aguador, conmovido, mostró una pequeña sonrisa, lo abrazó junto a su pecho y le dijo en voz baja:

—No eres mejor ni peor, simplemente eres diferente y justamente por eso te necesito.

El cántaro no entendía nada.

—Mira, vamos a hacer una cosa —le contestó el aguador—. Hoy, durante el trayecto de vuelta, quiero que te fijes bien a qué lado del camino crecen flores.

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Fábula - El lobo y el cordero

“Había una vez un lobo que vio a un cordero en la orilla de un río y quiso comérselo ofreciendo un pretexto simple pero verosímil. A pesar de estar río arriba, le acusó de no dejarle beber al revolver el agua. El cordero contestó que al estar el lobo río arriba y el más abajo, no era posible que así fuera.

Al ver el fracaso, el lobo acusó al cordero de haber insultado a sus padres el año anterior, a lo que el cordero contestó que hacía un año el aún no había nacido. El lobo dijo entonces que, aunque el cordero se justificaba muy bien, no le dejaría ir y no iba a dejar de comérselo".

A menudo, aquellos que quieren provocarnos daño, no se van a detener independientemente de nuestros argumentos o de que sea o no justo.

Fábula de Esopo

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Fragmento - Buscando a Alaska

“Las personas fueron creadas para ser amadas. Las cosas fueron creadas para ser usadas.

La razón por la que el mundo está en caos, es porque las cosas están siendo amadas y las personas están siendo usadas.”

John Green, “Buscando a Alaska” (2005)

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Cuento sufí - ¿Qué necesito?

Un maestro se desplazó, junto a un grupo de monjes, a una gran ciudad para participar en unas jornadas sobre la meditación y el desapego de lo material.

Habló sobre lo fácil que es vivir con poco, sin lujos, sin las necesidades impuestas por el consumismo desmedido. Contó que él apenas tenía muebles o ropas y era muy feliz.

Tras acabar las jornadas, el maestro y sus alumnos se fueron al aeropuerto para coger el avión de regreso. Como tenían dos horas libres decidieron entrar en un centro comercial, pues la mayoría de ellos nunca había estado en ninguno.

Pasearon por los pasillos observando todos los productos que les rodeaban, y cuando ha había transcurrido más de una hora decidieron que era momento de irse, pero no encontraban al maestro por ningún lado.

Finalmente lo descubrieron yendo por los pasillos, tocando la mayoría de objetos, examinándolos, interesándose por ellos… incluso llegó a preguntar a algún vendedor por el precio o utilidad de los mismos.

Asombrados por aquel comportamiento, ninguno se atrevió a decir nada y, lentamente, se dirigieron a la salida para esperarlo allí.

Cuando ya apenas faltaban unos minutos para embarcar, observaron que el maestro salía tranquilamente del centro comercial y se dirigía hacia ellos.

—Bien, hermanos, se ha hecho un poco tarde, creo que ya es hora de marchar hacia casa —les dijo.

Todos se quedaron en silencio. En realidad, ninguno de los alumnos se atrevía a decir nada, pero no entendían que justamente él hubiera caído en las redes del consumismo.

Finalmente, uno de ellos, el más joven, se atrevió a hablar.

—Maestro, ¿puedo hacerle una pregunta?

—Claro, adelante.

—¿Cómo es que usted, que cultiva la austeridad, ha estado tanto tiempo observando todo lo que había allí dentro?

—Es que me he quedado maravillado de todas las cosas que existen y no necesito.

Cuento sufí

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Cita - ¿Es real la realidad?

Cita - ¿Es real la realidad?

"Donde sale humo hay fuego", afirma una de estas conocidas perlas de la sabiduría. Aunque, como solía añadir el humorista Roda Roda, "también puede salir del estiércol fresco."

Paul Watzlawick, ¿Es real la realidad? (1994)

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Citas de Cioran

Todo acto de valentía es obra de desequilibrados. Los animales, normales por definición, son siempre cobardes, salvo cuando saben que son mas fuertes, lo cual es la cobardía misma.

Un hombre que se precie no tiene patria. Una patria es un engrudo.

Hay que estar chiflado para lamentarse de la desaparición del hombre, en lugar de entonar un: ¡ya era hora¡

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Tao del Jeet Kune Do

"No le temo al hombre que ha aprendido diez mil patadas. Le temo al hombre que ha practicado una patada diez mil veces".

"Tao del Jeet Kune Do", Bruce Lee.

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Fábula - El águila, el cuervo y el pastor

Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.

La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte, que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.  

Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.

Le preguntaron sus hijos acerca de qué clase de ave era aquella, y les dijo:

- Para mí, solo es un cuervo; pero él, se cree águila.

Fábula de Esopo

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Fábula - La gaviota y la bondad

Fábula - La gaviota y la bondad

"Se cuenta que en un viejo reino había un hombre adinerado y poderoso que amaba a las gaviotas. Todas las mañanas se levantaba y miraba hacia el mar que estaba cerca de su mansión. Se quedaba por horas, extasiado, contemplando esas aves blancas que lo maravillaban.

Un día cualquiera encontró una gaviota en la terraza. Conmocionado por el hallazgo se acercó con cuidado a ella y notó que estaba herida. Con la mayor dulzura la tomó entre sus brazos y ordenó a sus médicos que la curasen. La herida no era muy profunda y la gaviota se curó muy pronto.

Extasiado con ella, el hombre quiso agasajarla. Mandó preparar las mejores comidas para ella… Faisán, carnes exóticas, frutas deliciosas y manjares de todo tipo. Sin embargo, la gaviota no comía nada. El hombre intentaba convencerla, pero ella no accedía.

Así pasaron tres días, después de lo cual la gaviota murió."

Fábula china que nos enseña como a veces el amor, en realidad, no es amor, sino egoísmo. El hombre de esta historia creyó que a la gaviota le complacería lo que le complacía a él, no lo que ella necesitaba.

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Cuento - "Los zapatos del hombre afortunado"

Hace ya mucho, mucho tiempo… en un reino muy, muy lejano…

Había un rey cuyo poder y riqueza eran tan enormes como profunda era la tristeza que cada día le acompañaba.

Lo tenía todo y aun así no conseguía ser feliz, siempre sentía que le faltaba algo.

Un día, harto de tanto sufrimiento, anunció que entregaría la mitad de su reino a quien consiguiera devolverle la felicidad.

Tras el anuncio, todos los consejeros de la corte comenzaron a buscar una cura. Trajeron a los sabios más prestigiosos, a los magos más famosos, a los mejores curanderos… incluso buscaron a los más divertidos bufones, pero todo fue inútil, nadie sabía cómo hacer feliz a un rey que lo tenía todo.

Cuando, tras muchas semanas, ya todos se habían dado por vencidos, apareció por palacio un viejo sabio que aseguró tener la respuesta:

«Si hay en el reino un hombre completamente feliz, podréis curar al rey. Solo tenéis que encontrar a alguien que, en su día a día, se sienta satisfecho con lo que tiene, que muestre siempre una sonrisa sincera en su rostro, que no tenga envidia por las pertenencias de los demás… Y cuando lo halléis, pedidle sus zapatos y traedlos a palacio. Una vez aquí, su majestad deberá caminar un día entero con esos zapatos. Os aseguro que a la mañana siguiente se habrá curado».

El rey dio su aprobación y todos los consejeros comenzaron la búsqueda.

Pero algo que en un principio parecía fácil, resultó no serlo tanto, pues el hombre que era rico, estaba enfermo; el que tenía buena salud, era pobre; el que tenía dinero y a la vez estaba sano, se quejaba de su pareja, o de sus hijos, o del trabajo…

Finalmente se dieron cuenta de que a todos les faltaba algo para ser totalmente felices.

Tras muchos días de búsqueda, llegó un mensajero a palacio para anunciar que, por fin, habían encontrado a un hombre feliz.

Se trataba de un humilde campesino que vivía en una de las zonas más pobres y alejadas.

El rey, al conocer la noticia, mandó buscar los zapatos de aquel afortunado. Les dijo que a cambio le dieran cualquier cosa que pidiera.

Los mensajeros iniciaron un largo viaje y, tras varias semanas, se presentaron de nuevo ante el monarca.

—Bien, decidme, ¿lo habéis conseguido? ¿Habéis localizado al campesino?

—Majestad, tenemos una noticia buena y una mala. La buena es que hemos encontrado al hombre y en verdad que es feliz. Le estuvimos observando y vimos la ilusión en su mirada en cada momento del día. Hablamos con él y nos recibió con una amplia sonrisa y con la alegría reflejada en sus ojos…

—¿Y la mala? —preguntó el rey impaciente.

—Que no tenía zapatos.

Cuento recogido en “Cuentos para entender el mundo”, de Eloy Moreno

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Cuento - "El regalo"

Una maestra, en el día de su cumpleaños, estaba abriendo todos los regalos que le habían hecho cuando, de pronto, se le acercó una niña que llevaba una pequeña flor naranja en su mano.

—Vaya —dijo la maestra sorprendida al verla— ¿dónde has encontrado esa flor tan bonita?

—Bueno, en realidad no la he encontrado, he ido a buscarla.

Esta es una flor que solo crece en las partes más alejadas del bosque, justo a la orilla del lago.

La profesora sabía que el lago estaba a unos seis kilómetros de distancia de la escuela y que aquella niña habría tardado horas en conseguir la flor.

Se emocionó tanto que no pudo evitar derramar unas lágrimas.

—Muchas gracias, muchas gracias, es un detalle tan bonito, pero no debiste ir tan lejos para buscarme un regalo.

—Bueno —contestó la niña— eso también forma parte del regalo.

Autor desconocido

Cuento recogido en “Cuentos para entender el mundo”, adaptación cuento sufí.

 

 

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Dios los cría...

“Un tonto encuentra siempre otro más tonto que lo admira.”

SIR ARTHUR CONAN DOYLE (Sherlock Holmes)

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Fragmento - Oryx y Crake

"En fin, tal vez no existían soluciones. La sociedad humana, aseguraban, era una especie de monstruo, y sus principales subproductos eran los cadáveres y los escombros. Nunca aprendía, siempre repetía los mismos errores estúpidos, siempre escogía los beneficios inmediatos a costa de un sufrimiento a largo plazo."

Margaret Atwood - Oryx y Crake (2003)

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Cita - Temores

Cita - Temores

"A cada día le bastan sus temores, y no hay por qué anticipar los de mañana".

Charles Péguy



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Del comercio, la paz y la intervención

"(...) sólo en un estado de paz será posible que los vendedores distribuyan las mercancías entre los compradores y que las mercancías lleguen regularmente al mercado por caminos sin fronteras, sin asaltos, en paz y libertad. Pero las plazas de los mercados y los caminos tranquilos sólo se mantienen en paz cuando la circulación de mercancías se mantiene en equilibrio. Y por ello hace falta, ante todo, el Estado. Por ello, decir que el comercio genera la paz es una simple petición de principio, porque la paz está ya implicada en el mismo mercado, cuando este proceso está en marcha. Pero, ¿cómo ponerlo en marcha? ¿Acaso no hubo previamente una guerra que había despejado el campo de malhechores y de competidores? Y lo más importante, ¿cómo mantenerlo en marcha?, ¿acaso los mismos flujos comerciales, cada vez más abundantes, no rompieron de vez en cuando el equilibrio dinámico de la corriente de circulación, dando lugar a colapsos o a turbulencias? (...)

La diferencia entre un Estado liberal y un Estado socialista no es una diferencia entre economía libre y economía intervenida; más bien es una diferencia entre “economías intervenidas”, según determinadas proporciones… la diferencia entre una economía liberal y una economía con planificación central, tipo soviético, no será tanto una diferencia económica cuanto una diferencia política… La apariencia de una economía libre que funciona entregada a las leyes puras del mercado es una ilusión derivada de que esa economía, en el marco de la economía política, se comporta como si estuviera sometida a leyes naturales (...)

Si el Estado liberal propugna un intervencionismo mínimo y una privatización máxima en materia económica, cultural, etc. no es porque carezca de una perspectiva globalizadora, sino porque la burguesía dominante, dueña del control económico, y con sindicatos débiles, no necesita que nadie, fuera de ella misma, intervenga en sus planes y programas. Pero cuando ese Estado de equilibrio se rompe por motivos internos o por una coyuntura internacional, entonces es el mismo “Estado burgués” el que pedirá la intervención “totalitaria”(...)"

Gustavo Bueno, "La Vuelta a la Caverna", 2004

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Texto budista - "El problema"

“Cuenta la leyenda, que, en un monasterio budista ubicado en una ladera casi inaccesible de las frías y escarpadas montañas del Himalaya, un buen día uno de los monjes guardianes más ancianos falleció.

Le hicieron los rituales tibetanos propios para esas ocasiones, llenas de profundo respeto y misticismo.

Sin embargo, era preciso que algún otro monje asumiera las funciones del puesto vacante del guardián. Debía encontrarse el monje adecuado para llevarlas a cabo.

El Gran Maestro convocó a todos los discípulos del monasterio para determinar quién ocuparía el honroso puesto de guardián.

El Maestro, con mucha tranquilidad y calma, colocó una magnifica mesita en el centro de la enorme sala en la que estaban reunidos y encima de esta, colocó un exquisito jarrón de porcelana, y en él, una rosa amarilla de extraordinaria belleza y dijo:

―He aquí el problema. Asumirá el puesto de Honorable Guardián de nuestro monasterio el primer monje que lo resuelva.

Todos quedaron asombrados mirando aquella escena: Un jarrón de gran valor y belleza, con una maravillosa flor en el centro.

Los monjes se quedaron como petrificados en el más respetuoso silencio, hundidos en sus interrogantes internas…

¿Qué representaría ese bello jarrón con flores? ¿Qué hacer con él? ¿Cuál podría ser el enigma encerrado de tan delicada belleza? ¿Simbolizaría acaso las tentaciones del mundo? ¿Podría ser algo tan simple como que necesitara agua la flor?

Eran tantas preguntas…

En un momento determinado, uno de los discípulos sacó una espada, miró al Gran Maestro y a todos sus compañeros, se dirigió al centro de la sala y … ¡zas! Destruyó todo de un solo golpe.

Tan pronto el discípulo retornó a su lugar, el Gran Maestro dijo:

―Alguien se ha atrevido no solo a dar solución al problema, sino a eliminarlo. Honremos a nuestro Guardián del Monasterio."

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La falsedad (Cicerón)

La falsedad (Cicerón)

Las vanas pretensiones caen al suelo como las flores. Lo falso no dura mucho.
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El engaño (Antonio Machado)

El engaño (Antonio Machado)

El hombre sólo es rico en hipocresía. En sus diez mil disfraces para engañar confía; y con la doble llave que guarda su mansión para la ajena hace ganzúa de ladrón.
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Cita - Otros sitios

"Necesito unos zapatos nuevos urgentemente, los que tengo me llevan siempre a los mismos sitios".

Karmelo C. Iribarren, Diario de K (2014)

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El mono juez

Un lobo denunciaba a una zorra con la acusación de robo; ésta decía que no tenía nada que ver con el asunto. Entonces el simio se sentó entre ellos en calidad de juez. Después de que uno y otro expusieran su causa, se dice que el simio pronunció esta sentencia: «Tú no pareces haber perdido lo que pides; en cuanto a ti, creo que has robado lo que alegremente niegas»

Esopo

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La bohemia no es otra cosa que...

«La bohemia no es otra cosa que la miseria disimulada con cierta belleza, el hambre sobrellevada con humorismo»

Antonio Espina. (1891- 1972).

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menéame