Había una vez dos hermanos, Tomás y Javier. Vivían uno al frente del otro en dos casas de una hermosa campiña.
Por problemas pequeños, que al acumularse sin resolverse se fueron haciendo grandes con el tiempo, los hermanos dejaron de hablarse. Incluso evitaban cruzarse en el camino.
Cierto día llegó a la casa de Tomás un carpintero y le preguntó si tendría trabajo para él. Tomás le contestó:
—¿Ve usted esa madera que está cerca de aquel riachuelo? Pues la he cortado ayer. Mi hermano Javier vive en frente y, a causa de nuestra enemistad, desvió ese arroyo para separarnos definitivamente. Así que yo no quiero ver más su casa. Le dejo el encargo de hacerme una cerca muy alta que me evite la vista de la casa de mi hermano.
Tomás se fue al pueblo y no regresó sino hasta bien entrada la noche.
Cuál no sería su sorpresa al llegar a su casa, cuando, en vez de una cerca, encontró que el carpintero había construido un hermoso puente que unía las dos partes de la campiña.
Sin poder hablar, de pronto vio en frente suyo a su hermano, que en ese momento estaba atravesando el puente con una sonrisa:
— Tomás, hermano mío, no puedo creer que hayas construido este puente, habiendo sido yo el que te ofendió. Vengo a pedirte perdón. Los dos hermanos se abrazaron.
Cuando Tomás se dio cuenta de que el carpintero se alejaba, le dijo:
—Buen hombre, ¿cuánto te debo? ¿Por qué no te quedas?
—No, gracias —contestó el carpintero—. ¡Tengo muchos puentes que construir!
“Hay quien ama lo imposible y hay quien desea lo infinito; pero quizá lo peor sea amar de modo imposible lo posible, o desear de modo infinito lo finito.”
Antonio Gala, “Quintaesencia” (2012)
Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:
– ¿Cuántas piedras piensan que caben en el frasco?
Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco.
Luego preguntó:
– ¿Está lleno?
Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes.
El experto sonrió con ironía y repitió:
– ¿Está lleno?
Esta vez los oyentes dudaron:
– Tal vez no.
– ¡Bien!
Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.
– ¿Está bien lleno?, preguntó de nuevo.
– ¡No!, exclamaron los asistentes.
– Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba. Bueno, ¿qué hemos demostrado?, preguntó.
Un alumno respondió:
– Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas.
– ¡No!, concluyó el experto: lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después. ¿Cuáles son las piedras grandes en tu vida?
¿Tus hijos, tus amigos, tus sueños, tu salud, la persona amada? ¿O son tu trabajo, tus reuniones, tus viajes de negocio, el poder o el dinero? La elección es tuya. Una vez te hayas decidido…, pon esas piedras primero. El resto encontrará su lugar.
“Eres un fanático. Y todo fanático me parece un animal rabioso al que no debo acercarme.”
Constantin Virgil Gheorghiu, “La hora 25” (1949)
“Eso no es nada especial, dirá, quizás, algún lector; cualquiera sabe escuchar. Pues eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Y la manera en que sabía escuchar Momo era única. Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía.”
Michael Ende, “Momo” (1973)
“Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.”
Viktor Frankl, "El hombre en busca de sentido" (1946)
Cuentan que un joven visitó un día a un sabio maestro del budismo. Necesitaba entender por qué se sentía tan poco valorado.
– Maestro- le dijo-, siento que no valgo nada, que nadie me valora. Siento que soy un auténtico inútil en la vida.
El maestro se incorporó y respondió:
– Cuánto lo siento, muchacho… pero antes de ayudarte, necesito resolver un problema y tú puedes ayudarme. Después, te ayudaré a ti.
El joven volvió a sentirse mal. De nuevo postergaban su problema… se sentía menos valorado aún, pero no podía negarse a ayudar al maestro.
– De acuerdo- le dijo.
Entonces, el sabio se quitó un anillo pequeño que llevaba en el dedo meñique y se lo dio, diciendo:
– Toma este anillo. Necesito que lo vendas en el pueblo. Puedes usar mi caballo para llegar antes. Pero no lo vendas por menos de una moneda de oro.
El joven hizo lo que el maestro le pidió: cabalgó hasta el pueblo e intentó vender el anillo en el mercado. Pero todos se reían de él.
– ¿Una moneda de oro por esto? ¡Vamos, muchacho, que el oro vale mucho y tu anillo no debe costar más de una moneda de plata…como mucho!
Un anciano se apiadó de él y le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre a cambio, pero la consigna era clara, y no quiso vender el anillo por menos de una moneda de oro. Al final del día, desesperanzado, regresó a la casa del maestro con el anillo.
– Lo siento… Nadie quiso darme una moneda de oro por él.
Y el sabio le dijo:
– Vaya, no importa… Tal vez primero debamos saber cuánto vale en realidad, ¿no crees? Así sabremos qué pedir por él. Toma el anillo de nuevo y visita al joyero del pueblo. Que te diga cuánto pagaría por él. Es experto en oro y sabrá con exactitud lo que vale este anillo. Pero no se lo vendas. Vuelve para contarme qué te dijo…
El muchacho hizo lo que el maestro le pidió. El joyero sacó su lupa y estuvo observando el anillo con detenimiento. Después, levantó la cabeza y dijo:
– Dile a tu maestro, que le daré 57 monedas de oro por él…
– ¡57 monedas de oro! - exclamó el joven entusiasmado.
– Sí, sé que es poco… con el tiempo podríamos sacar hasta 70 monedas de oro, pero si tiene prisa por venderlo, es lo que le puedo dar.
El joven regresó muy contento a la casa del maestro y al llegar le dijo:
– ¡Maestro! ¡El anillo vale muchísimo! ¡57 monedas de oro!
Y el sabio asintió sonriendo. Luego le dijo:
– Lo mismo sucede contigo. No todos van a valorar lo que realmente vales. Solo aquellos que puedan verte de verdad, aquellos que como el joyero, sepan valorar. No le des importancia a lo que piense el resto.
Fábula budista sobre la autoestima
“La infancia es a veces un paraíso perdido. Pero otras veces es un infierno de mierda”.
Mario Benedetti
“Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya.”
Antoine de Saint-Exupéry, "El Principito" (1943)
"Los celos son, de todas las enfermedades del espíritu, aquella a la cual más cosas sirven de alimento y ninguna de remedio".
"Claro que creo en los sueños. Soñar es esencial, puede ser la única cosa real que exista"
Jorge Luis Borges
El cerebro no solo es un órgano capaz de conservar o reproducir nuestras pasadas experiencias, sino que también es un órgano combinador, creador, capaz de reelaborar y crear con elementos de experiencias pasadas nuevas normas y planteamientos.
(Lev Vygotsky, 1896-1934)
“La brevedad o la prolongación de la vida de un ser humano depende sobre todo del caudal de dolor que esa persona se ve obligada a soportar.”
Eduardo Sacheri, “La pregunta de sus ojos” (2005)
"El problema de mayor importancia queda por resolver. En lugar de construir un mundo en el que todos vivamos bien, debemos dejar de construir uno en el que sea imposible vivir."
(Burrhus Frederic Skinner.)
“Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes; nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones, y entramos alegremente en el camino cenagoso, creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.”
Charles Baudelaire, “Las flores del mal” (1857)
“Si quieres criar a un ateo acérrimo, debes darle una instrucción religiosa estricta. Siempre da buenos resultados."
Nancy Kleinbaum, "El club de los poetas muertos” (1991)
Todos nosotros, cada uno a su manera, nos hallamos empeñados en la búsqueda incansable, aunque muchas veces inconsciente, del sentido de los acontecimientos y las cosas que nos rodean. Y todos nosotros nos sentimos inclinados a ver tras los sucesos de nuestra vida cotidiana, incluso los más insignificantes, la actuación de un poder superior, por así decirlo, de un director metafísico del experimento.
No son, sin duda, muy numerosas las personas dotadas de aquella ecuanimidad del rey de Alicia en el país de las maravillas, que le permite dar por liquidado el asunto de la insensata poesía del conejo blanco, con la filosófica observación: "Si no tiene sentido, nos ahorra una buena cantidad de trabajo, porque así no tenemos que buscarlo."
Paul Watzlawick, "¿Es real la realidad?" (1994)
«Remontar el río era como viajar hacia
los orígenes del mundo, cuando la
vegetación cubría tierra y los
grandes árboles eran los reyes»
Joseph Conrad
“La disposición a someterse, a renunciar a la libertad de opinión individual y a la responsabilidad inherente a la misma, por el plato de lentejas de una colectividad que libera de conflictos, ésta es la debilidad humana que lleva al poder a los demagogos y dictadores.”
Paul Watzlawick, ¿Es real la realidad? (1994)
Un joven llevaba unos días preocupado porque le había fallado varias veces a su mejor amigo y notaba que poco a poco se estaban distanciando.
Como no sabía muy bien que hacer, decidió ir a pedir consejo a su madre. Aprovechó el momento del desayuno para contarle todo lo que había ocurrido.
—Sí, mamá, el otro día quedé con él y se me olvidó ir, me estuvo esperando casi una hora hasta que se marchó. En otra ocasión también se me olvidó ir a un acto que era muy importante para él…
—Bueno, normal que esté molesto contigo —respondió la madre.
—Sí, pero yo siempre he pensado que nuestra amistad era más fuerte que todo eso, que todas esas pequeñas cosas pasaban y al día siguiente todo volvía a ser como antes.
—¿En serio piensas eso?
—Sí, claro, somos amigos de toda la vida. Estas cosas pasan, y al día siguiente todo debería volver a ser igual.
En ese momento la madre se fue a la cocina, cogió un plato y se lo dio a su hijo.
—Toma, cógelo y tíralo al suelo.
—¿Qué? —contestó extrañado.
—Coge el plato y tíralo al suelo.
El hijo al ver la seriedad de su madre cogió el plato y lo tiró al suelo. Y este se rompió en varios trozos.
—Y ahora coge esos trozos, pégalos e intenta que el plato quede como antes.
Cuento sufí
"Nótese, sin embargo, que solo una de las dos palabras de la expresión desigualdad de género se refiere a un problema, y no es género. Nadie propondría luchar contra el racismo instando a la gente de las distintas razas a intentar tener un aspecto más parecido a los otros. Entonces ¿porqué deberíamos intentar librarnos del género?. En última instancia, tal pretensión deja sin abordar el problema de fondo, que es el de la desigualdad. Culpa a la existencia misma de los géneros de las carencias morales y políticas de la sociedad."
Frans de Waals. "Diferentes".
Una mujer estaba poniendo flores sobre la tumba de su esposo cuando vio a un anciano colocando un plato de arroz en la tumba de al lado.
La mujer se dirigió a él en tono de burla y le preguntó:
—¿De verdad cree que su difunto vendrá a comerse ese arroz?
—Sí, claro —respondió el anciano—, el mismo día que el suyo venga a oler esas flores.
Cuento sufí
“El problema de tener una mente abierta es que la gente insiste en entrar dentro y poner allí sus cosas.”
Terry Pratchett (1948–2015)
“Ser considerado estúpido y ser llamado así, es más doloroso que ser llamado glotón, mentiroso, lascivo, violento, perezoso, cobarde: todas las debilidades, todos los vicios, han encontrado sus defensores, su retórica, su ennoblecimiento y exaltación, pero la estupidez no.”
Primo Levi, "El oficio ajeno" (1985)
menéame