El olor a ozono después de la lluvia siempre le recordaba a Dmitri la mentira. Era un olor limpio, eléctrico, que prometía un mundo lavado y nuevo. Igual que la propaganda en Pravda. Dmitri trabajaba en el Ministerio de Cultura, en un despacho del tamaño de un armario, corrigiendo los manuscritos de otros. Su trabajo consistía en cazar metáforas desviadas y adjetivos pesimistas. Era un engranaje menor en la gran maquinaria de la censura, un guardián de la pureza ideológica. Creía en ello, o al menos, creía en la …