El agua se había filtrado por el agujero que los ladrones habían hecho para acceder al kurgán, inundando esa cámara inferior y congelándola por completo en un gran bloque de hielo. Durante siglos el frio siberiano lo mantuvo intacto y el inmenso bloque nunca se llegó a descongelar, preservando así todo lo que había en su interior durante 2400 años, hasta que llegaron los arqueólogos.
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Dicha la coña habitual en estos casos, es maravilloso cómo el azar con el que se produjo la inundación y el congelamiento fueran la clave para preservar la tumba.