[...] Esta pequeña gentileza, junto a la soledad de mi caminata, me llevó a un tren de reflexiones sobre la desigual división de la propiedad que ocasiona los innumerables casos de vileza que había observado en este país y que se observa por toda Europa. La propiedad de este país está concentrada absolutamente en muy pocas manos, con rentas de hasta medio millón de guineas al año. Ésas emplean a la flor del país como sirvientes, algunos de ellos teniendo hasta 200 domésticos, no en el laboreo. [...]
Soy consciente de que una división igual de la propiedad es impracticable. Pero las consecuencias de esta enorme desigualdad causando tanta miseria al grueso de la humanidad, los legisladores no son capaces de inventar suficientes mecanismos para subdividir la propiedad, sólo encargándose de permitir que las subdivisiones vayan de la mano con los naturales afectos de la mente humana. El descenso de propiedades de todo tipo, pues, a todos los hijos, o a todos los hermanos y hermanas, u otras relaciones de igual grado, es una medida política, y una practicable. Otra forma de aminorar la desigualdad de la propiedad es eximir de impuestos a todos por debajo de cierto punto, y gravar las porciones mayores de propiedad en progresión geométrica conforme éstas aumentan. Cuandoquier que en cualquier país haya tierras sin labrar y pobres desempleados, está claro que las leyes de la propiedad han sido tan estiradas como para violar el derecho natural. [...]