El Wolframio, pensaba Korhonen, siempre había sido un metal intrigante, de hecho, recordaba que la primera vez que tuvo contacto con él, fue en el colegio, realizando una exposición sobre la tabla periódica. Él eligió el Wolframio, también llamado Tungsteno. Aquel día fue a la escuela con una bombilla en la mano. Con su punto de fusión de 3.422 °C, el más alto de todos los metales, había sido indispensable para la industria moderna: desde los filamentos de las antiguas bombillas incandescentes hasta las aleaciones resistentes de los motores...