El juez que instruye el caso acumula numerosos indicios de aquellas actividades supuestamente delictivas. Pero ahora las agendas de Villarejo, incautadas en octubre pasado en uno de los domicilios del comisario, han destapado nuevas pruebas para apuntalar todas las sospechas. Jorge Fernández Díaz, uno de los ministros más leales al entonces presidente Mariano Rajoy, estaba al tanto de todo el plan policial para buscar los secretos que Bárcenas aún no habían confesado al juez.
Comentarios
Pero tranquilos que no pasará nada...
Ahora, si pones una pancarta en contra de lo presos políticos...
#3 por muchas veces que lo escribas no hay presos políticos.
#4 Por mucho que lo negueis, sabeis que sí.
Ahora viene RobertNeville y os lo explica.
Noticia irrelevante, aunque esta tarde saliera el mismísimo Papa al balcón del Vaticano a condenar la corrupción del PP, seguiría siendo votado por millones de personas.
Sin saber de justicia pero viendo lo que pasa: ¿Se podría declarar al PP organización criminal?
#7 Yo pienso que sí, aunque el problema no es tanto el PP como la cantidad de millones de votantes que le apoyan. No sólo es la corrupción, también son los delitos cometidos para ocultarla, desde los "legales" como posicionar jueces y fiscales o bloquar la CGPJ al acoso de los investigadores policiales o utilizar a la propia policía para ocultar pruebas y, especialmente grave, contra rivales políticos.
Si, a pesar de la extrema gravedad de estos delitos por el daño que le hacen a las instituciones de un país y su credibilidad tienen un apoyo tan grande, el problema no se va a solucionar ilegalizándolo puesto que hay un porcentaje muy alto de electores a los que la legalidad y la democracia les importa una soberana mierda y estarían dispuestos a que esta desaparezca con tal de que gobiernen los suyos.
Y, está además el problema de los medios, no tratan al PP como los apestados que deberían ser, al contrario, los amparan como si fuesen una formación tan legítima como las otras, más legítima que algunas otras en muchos casos.
A ver si los hilillos de plastilina no se convierten en un duro mojón para el repudiado de Pontevedra.