Los edictos de estilo de Trump y la pomposidad de sus edificios desprenden una vibra de megalomanía propia de un dictador vitalicio, mientras avanza con fuerza en su segundo mandato y parece tener a la vista un posible, y anticonstitucional, tercero. Sin embargo, se dice que no le gusta la Casa Blanca, que la considera demasiado pequeña, y prefiere mudarse a su resort de Florida, Mar-a-Lago, siempre que puede.
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