Hace 8 años | Por kimnet a directa.cat
Publicado hace 8 años por kimnet a directa.cat

Alcatel, Ericsson, Siemens o Nokia son empresas punteras en telefonía móvil. Todas se encuentran cada año en el Mobile World Congress de Barcelona, la convención más importante del sector. Pero, detrás de nuestros móviles, ¿que se esconde? Si trazamos el camino inverso de la producción, inevitablemente, vamos a parar en la República Democrática del Congo, que concentra el 80% de las reservas mundiales de coltan, un mineral fundamental para la elaboración de productos electrónicos. Traducción en #1 y #2

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L

LAS MENTIRAS, LOS MITOS Y EL SENSACIONALISMO SOBRE EL COLTÁN:

► NO es cierto lo que afirma esta señora

NO es cierto que el "80% de las reservas de coltán están en el Congo". Ese dato tantas veces repetido, y nunca corroborado, es de los años 1990 (!!). Dato que además estaría totalmente desactualizado a día de hoy debido a los hallazgos de nuevos depósitos en otros muchos lugares del planeta.
https://goo.gl/rJtcHd

► NO es cierto que el coltán (columbita y tantalita) venga mayormente del Congo (solo el 10% en años recientes). Los principales productores han llegado a ser Australia, Brasil y Canadá (80% de la producción en 2006).
La producción de coltán en el Congo nunca superó el 12-13% del total. Hoy en día hay también yacimientos en Arabia Saudí, Egipto, Uganda, Groenlandia, China, Mozambique, EEUU, Finlandia, Afganistán, Colombia,...
https://en.wikipedia.org/wiki/Coltan#Production_and_supply

► NO es cierto que sea un mineral "escaso", "estratégico" o "caro". Al contrario, salvando el pico/burbuja de demanda del año 2000 (hace 15 años!), su precio ha permanecido bastante bajo y con nuevos yacimientos encontrados en otras partes del planeta.
https://bit.ly/1GlVLAi
https://minerals.usgs.gov/minerals/pubs/commodity/niobium/

NO es cierto por lo tanto que el coltán sea un mineral "imprescindible y vital" para la industria electrónica, los móviles o los avances de la tecnología. Algo así como una especie de 'inobtenible' (el mineral de la película Avatar) donde, en el imaginario de la gente y la prensa amarillista, los ‘navis’ son los pobres africanitos. El coltán es abundante y substituible por otros materiales. Existen alternativas como los capacitadores cerámicos:
https://applecongo.weebly.com/the-solution.html
https://en.wikipedia.org/wiki/Ceramic_capacitor

► Por lo tanto, NO es cierto que nuestros móviles chorrean sangre y sudor esclavo: los principales fabricantes (por cuenta de sus propios intereses) han firmado compromisos para garantizar que sus cadenas de suministros cumplan con los criterios éticos en la adquisición de ese mineral que, como queda dicho, es relativamente barato y abundante en otras regiones del planeta.

Por otra parte, y a día de hoy, solo una parte de las minas en el Congo incumplen los estándares éticos internacionales. Por lo demás hay legislación internacional para garantizar la trazabilidad del coltán a los que se suma el temor por parte de lo fabricantes a ser asociados con el tema y ver su imagen dañada.
https://en.wikipedia.org/wiki/Dodd–Frank_Wall_Street_Reform_and_Consum
https://en.wikipedia.org/wiki/Conflict_resource#United_States_law
https://www.bbc.co.uk/news/world-africa-27782829

El mayor problema han sido los intermediarios. Si en China un tonelada de coltán certificado, o sus derivados, se mezclan con un kilogramo de un cargamento de origen dudoso, entonces ya NO es posible certificar esa misma tonelada como "libre de conflicto".

NO es cierto que las Guerras del Congo sean a causa del coltán, o de otros recursos mineros más lucrativos. Tampoco es causa la demanda de los mismos desde el exterior. Las causas de ese conflicto son mucho más complejas y están relacionadas con rivalidades inter-étnicas, un estado fallido, instituciones corruptas e ineficientes, etc. Es cierto que grupos armados se han beneficiado con la minería, o que tanto soldados como rebeldes extorsionan a los mineros (que no esclavos), pero es que también lo hacen con cualquier otra actividad económica legal o ilegal: granjeros, transporte, comercio, etc, etc. Correlación no implica causalidad.
https://www.newsecuritybeat.org/2010/07/drcs-conflict-minerals-can-u-s-law-imp
https://es.wikipedia.org/wiki/Primera_Guerra_del_Congo

La minas de coltán objeto de preocupación pertenecen a la aislada región de Ituri (cuyo conflicto étnico-tribal - Conflicto de Ituri - solo representa una fracción de los muertos por guerra en todo el país. Culpar de esos conflictos a la demanda de minerales es una sobresimplificación peligrosa, una falsedad que en nada ayuda a entender las causas reales de esos conflictos.

Y sin embargo, y a día de hoy, autores, ONGs y medios sensacionalistas siguen perpetuando mitos y exageraciones con respecto a un problema que ha existido solo en parte, pero que ha sido descontextualizado y distorsionado hasta lo absurdo a base de datos desactualizados o falsos.

Y sobre todo es mentira todo lo que diga Alberto Vázquez Figueroa sobre el coltán (o sobre cualquier otro tema)


vía https://www.burbuja.info/inmobiliaria/temas-calientes/526319-que-del-coltan-me

Y ahora invito a ver de forma más crítica la basura ultra-sensacionalista de "En Tierra Hostil". Otros cuentistas.
https://www.dailymotion.com/video/x2ep7co_en-tierra-hostil-el-negocio-del-colt
https://www.atresplayer.com/television/programas/en-tierra-hostil/temporada-1/

L

#3 #4 Ese programa fue basura sensacionalista y manipuladora. Algunos datos -> #5

Autarca

#5 "NO es cierto que las Guerras del Congo sean a causa del coltán, o de otros recursos mineros más lucrativos"

Llegas a cortar la frase en lo de "del coltan" y a lo mejor te hubiera creído.

L

#7 x #5 No es cierto que esas guerras estén causadas de forma específica por ninguno de esos recursos en particular. Es un tema de odio inter-étnico, tribalismo, falta de estado e instituciones fuertes. Los soldados y rebeldes lo mismo se pelean por el oro que por el cobalto, por las tierras arables que por el control de los peajes en las carreteras; lo mismo explotan y extorsionan a los campesinos que a los mineros.

¿y que opinas del resto de puntos?

Autarca

#8 "No es cierto que esas guerras estén causadas de forma específica por ninguno de esos recursos"
Si, y lo de Irak fue por las armas de destrucción masiva, y lo de Ucrania y Siria por la democracia, y lo de Afganistan por las torres gemelas... Si estas esperando un comunicado oficial admitiendo que esas guerras ser promueven por intereses económicos puedes esperar sentado.

Nunca culpes a la maldad cuando puedas culpar a la estupidez.

No culpes a la estupidez cuando puedas culpar a la ambición.

kimnet

Caddy Adzuba: "Las multinacionales financian el conflicto del Congo para conseguir los minerales"

Alcatel, Ericsson, Siemens o Nokia son empresas punteras en telefonía móvil. Todas se encuentran cada año en el Mobile World Congress de Barcelona, la convención más importante del sector. Pero, detrás de nuestros móviles, ¿que se esconde? Si trazamos el camino inverso de la producción, inevitablemente, vamos a parar en la República Democrática del Congo, que concentra el 80% de las reservas mundiales de coltan, un mineral fundamental para la elaboración de productos electrónicos. Los recursos minerales juegan un papel clave en la prolongación del conflicto más mortífero del mundo. Una periodista congoleña y defensora de los derechos humanos, Caddy Adzuba, lo ha denunciado, bajo amenazas pero incansablemente, a través de la frecuencia de Radio Okapi en todo el mundo. En 2014, cuando recogió el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, como siempre, habló en plata: “Permitidme pedir cuentas a ciertas empresas multinacionales, que, en la investigación de sus intereses, han contribuido a asolar a sangre y fuego este grande y bonito país arrebatando la vida además de seis millones de personas y la dignidad y el honor además de 500.000 mujeres violadas”.

A menudo, los medios olvidamos los conflictos de larga duración, como el de la República Democrática del Congo. Tú convives desde el año 1996, ¿qué recuerdas?

Más de seis millones de muertos, mujeres violadas, niños soldados, desplazados... Todos los congoleños que nos quedamos al este del país, al Kivu, hemos vivido horrores. La guerra es algo que nadie puede desear ni a su peor enemigo, porque deja unas huellas imborrables: todo lo que hemos vivido y visto, los familiares y amigos que perdimos... Conocí la primera guerra el 1996, de muy pequeña. Lo denominaban de liberación, para derribar el dictador, pero entonces no sabía ni que significaba. Me levanté un día con el ruido de las balas y las bombas, en medio de una historia confusa que no entendía. Pregunté a mi padre que pasaba y me respondió: “Esto es la guerra”. Mi casa fue destruida y mi padre decidió que teníamos que marchar porque la ciudad cada vez era más insegura. Empezamos una marcha a pie y, a veinte kilómetros de mi ciudad, caímos en una emboscada. No entendíamos nada, ni quien luchaba contra quién. Empezaron a disparar contra nosotros y me separé de mi familia. Marché con un grupo de gente desconocida a través del bosque. Fueron más de 1.000 kilómetros a pie y hasta después de un año no me reencontré con mi familia, cuando ya pensaban que había muerto.

¿Las circunstancias te empujan a estudiar derecho y a dedicarte en el periodismo?

Cuando volví, muchas compañeras habían sido víctimas de la violencia sexual y otros chicos habían sido enrolados en grupos armados. Volvimos a la escuela y la mitad de la clase ya no estaba. Vivíamos con miedo, nos cerrábamos en casa a partir de las seis de la tarde. No podía soportar vivir así. En aquella época, tenía dieciséis años y empecé a pensar qué hacer. Me concentré en mis estudios y me propuse ser juez para juzgar a los criminales, todos aquellos que se habían llevado a mis amigos. Durante un tiempo, esta fue mi motivación. Después de la fuga del dictador, empezó un ciclo durísimo de violación de los derechos humanos. Cuando ya tenía el bachillerato, pensé que era el momento de movilizarse. Para ser juez, me faltaban cinco años en la universidad; así pues, pensé en la radio como un medio para denunciar la situación. Empecé a negociar una plaza a la radio nacional y, finalmente, después de insistir durante tres meses, me cogieron de prácticas. Conseguí algunos espacios para cubrir la violencia sexual contra las mujeres y la utilización de niños soldado.

Finalmente, has conjugado el periodismo y la justicia a través de la Asociación de Mujeres de mediados de Comunicación del Este del Congo.

He tenido que enfrentarme al machismo y hemos tenido que organizarnos para combatirlo y denunciarlo. La asociación ha presentado casos de violación de derechos humanos y, específicamente, de violencia sexual ante la Corte Penal Internacional y el Senado de los Estados Unidos.

A pesar de que para la resolución de los conflictos es imprescindible abordar las causas, del conflicto en la República Democrática del Congo, ¿conocemos más las consecuencias?

Podemos comparar una guerra a una situación de enfermedad. Cuando estamos enfermos, no podemos curar sólo el síntoma, no podemos tan sólo controlar la fiebre, sino que tenemos que buscar el origen, la causa de la enfermedad, para combatirla. Cuando sepamos de donde viene la fiebre, podremos curar. Así mismo, si queremos cortar la hemorragia, tenemos que ir a buscar las causas. Podemos trasladar esta ecuación a mi país, donde la guerra no acaba, sino que ya hace veinte años que dura, dos décadas de sufrimiento. Las causas del conflicto a mi país son multidimensionales. Hay causas vinculadas a la codicia internacional por los recursos mineros, hay causas relacionadas con el conflicto étnico interno, hay en relación con la fragilidad política interna y la inestabilidad regional. Cada estructura o actor implicado tiene que reconocer su responsabilidad en el conflicto. Cuando todos los actores implicados se planteen la pregunta, podremos sentar en una mesa para establecer un diálogo franco y coherente. Mientras esto no pase, sólo podemos aligerar la fiebre. Vivir un año de paz y cinco de guerra y algunos periodos de calma aparente. Hay niños que han nacido y crecido en la guerra. ¿Qué pueden aportar en su país? Nada. Sólo conocen la violencia.

¿El Congreso Mundial del Móvil tendría que ser una oportunidad para ir a las causas?

Vivimos en un capitalismo global, donde todos estamos por detrás del interés económico, también los medios. Olvidan que son el cuarto poder y que tendrían que supervisar los otros. Para comprender por qué pasa, para entender el periodismo que se hace y el que no se hace, tenemos que saber quién son los propietarios de los medios de comunicación. Veremos que hay pocos medios independientes. En África, nos hace cierta gracia cuando se enfatiza la independencia de los medios europeos. Si el poder ejecutivo tiene el gobierno, la policía y el ejército, el poder legislativo puede hacer y modificar leyes y el poder judicial tiene jueces y el apoyo policial... ¿qué herramientas tienen los medios? No tienen ninguna protección. Nuestro poder es la palabra, la información. Creo que los periodistas no son conscientes que pueden contribuir a poner fin a una guerra. Y hace falta un cambio de perspectiva para acontecer sensibles a los conflictos y ser transmisores de paz. Los medios no pueden continuar sirviendo los intereses de determinados capitalistas de las multinacionales: tienen que tomar conciencia del que pueden hacer y poner a cada cual a su lugar.

¿Qué lugar corresponde a las multinacionales de la telefonía móvil?

En todos los países donde hoy en día hay conflictos, se esconden intereses económicos: Siria, Irak, Colombia, el Congo... Para fabricar smartphones, hacen falta unos minerales escasos y hay países que los tienen, como el Congo, que es un país inmensamente rico con una población empobrecida. Para hacer los móviles, el coltan es imprescindible. Por eso se espolea la guerra para extraer este y otros recursos. El mapa de las violaciones de derechos humanos coincide con el de las minas de coltan. Es verdad que las empresas de telefonía pueden decir que nadie las ha visto nunca haciendo la guerra en el Congo, pero hay el que denominamos la mano invisible, existen el inversores de la guerra. Quién financia los conflictos bélicos también es un criminal, aunque no dispare con el fusil. Las multinacionales financian el conflicto, los grupos rebeldes, para conseguir los minerales. La ONU impuso un embargo de armas en el Congo el 2003 y, aún así, el país está lleno. Sabemos quién trafica en nombre de quién y, por lo tanto, quien financia la guerra. Lo denuncian informes de organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch o las Naciones Unidas. Un informe de la ONU revela el nombre de multinacionales relacionadas con la compra ilegal de minerales, pero, actualmente, el documento está embargado por la presión de las empresas. La gente quiere vivir, pero no puede porque hay alguien que, desde su despacho climatizado, ha decidido que para hacer los teléfonos tirnr que haber muertos en el Congo.

¿Qué camino sigue el coltan hasta que llega aquí?

La ruta está trazada y controlada. Hay alguien que financia los grupos rebeldes, los da las armas y los pide ocupar un pueblo donde hay los yacimientos. Los rebeldes tienen las armas y el dinero, ejecutan la orden de su financiador: matan y violan para intentar tomar el control del pueblo. Después, utilizan los niños en las minas, convierten los hombres en esclavos y explotan la minería. Venden el producto en un país vecino, que lo envía al mercado mundial.

Entonces, ¿países como Ruanda son clave?

Desde hace mucho años, es un país colador. Incluso es citado como el primer productor de coltan, a pesar de que nunca ha tenido yacimientos. Por lo tanto, ¿de donde viene? Efectivamente, del Congo, a través del tráfico ilegal. Y la comunidad internacional se mantiene en silencio.

kimnet

Para romper el silencio, desde Barcelona, ya hace años que varias organizaciones y colectivos piden un espacio de debate sobre los impactos de la telefonía móvil. ¿Cómo se tiene que diseñar la estrategia de sensibilización?

Hay un proverbio que dice: si haces algo para mí sin mí, la haces contra mí. Porque, si lo haces para mí, tienes que saber cuáles son mis necesidades. Es necesario conocerlas para trazar una buena estrategia que me ayude. Las empresas, de una manera u otra, están conectadas con los minerales de sangre y esto se tiene que saber. Hay que sensibilizar y empezar a trabajar en una trazabilidad eficiente. Cómo ya hacen muchas organizaciones que trabajan este tema, se tienen que juntar con las que están al terreno y conocen el que pasa. Así, conjuntamente, se puede diseñar la estrategia. A menudo, se habla del Congo en Europa, pero se piensa en tácticas típicamente europeas que no funcionarán en el África: no tenemos la misma cultura ni la misma manera de vivir. Tenemos que encontrarnos en una mesa, profundizar en el contexto y encontrar maneras eficaces de abordar el problema.

Los medios son clave por visibilizar el que sucede sobre el terreno, pero a menudo no están. ¿El periodismo congoleño hace un buen seguimiento de la guerra?

En el Congo, hemos conseguido desarrollar un periodismo sensible al conflicto. Desgraciadamente, los medios no están subvencionados, pero hemos creado radios comunitarias de la sociedad civil, de proximidad, donde la población se puede expresar. Radio Okapi, donde trabajo, es una frecuencia creada precisamente con el objetivo de acompañar el proceso de paz. El poder político y los intereses capitalistas están detrás otros medios que se han vendido.

¿Qué rol juega la radio en un país en guerra?

Es el medio más importante. Donde hay un conflicto, a menudo, no hay electricidad y, por lo tanto, no se puede ver la televisión ni imprimir prensa ni consultar Internet. El que nos queda es la radio porque podemos comprar pilas. En muchos momentos, la gente dependía de la radio para saber qué estaba pasando. Lo experimenté: la radio nos permitió vivir durante la guerra.

Precisamente, su capacidad de difusión también puede avivar el odio, como el caso de la radio Mille Collines en Ruanda.

Hay que subrayar el gran rol de la radio en las guerras. La radio puede salvar o puede matar. Una emisora puede alentar a matar tu vecino, como hizo Mille Collines, que transmitía un llamamiento al genocidio a través del miedo. Nosotros nos salvamos, el 2004, gracias a Okapi y a la RFI. La ciudad de Bukavu estaba asediada y la población trucaba a las emisoras para dar coordenadas exactas y relatar el que estaba sucediendo. Los testigos facilitaban información sobre las acciones de los rebeldes y alertaban el resto. La comunidad internacional se movilizó. Finalmente, gracias a toda aquella circulación de la información, los rebeldes marcharon una semana después.

El año 2010, los Estados Unidos aprobaron la ley Dodd-Frank, conocida como ley Obama, para evitar que las empresas de los EEUU compraran minerales manchados de sangre. ¿Se ha conseguido?

Era necesaria. Ahora, contamos con una ley que prohíbe claramente que las multinacionales americanas compren minerales del Congo que no han sido trazados, es decir, que no provengan de un ciclo de extracción controlado. Es un gran paso. Por un lado, esta ley da poder a los defensores de los derechos humanos, a las organizaciones que trabajan contra la explotación minera ilegal. Los facilita una grieta para recurrir a la justicia. Además, soy consciente que, en los Estados Unidos, hubo una lucha fuerte para conseguirla. Nuestra Asociación de Mujeres de mediados de Comunicación del Sur del Kivu participó en el Senado norteamericano para defender la ley. En cambio, en Europa, no hay una ley y las multinacionales nos preguntan: en qué norma os basáis para acusarnos? [el mayo de 2015, se aprobó una enmienda para obligar las empresas a contar con un certificado comunitario que garantice que no incentivan conflictos y abusos de derechos humanos a zonas de conflicto. Todavía no es vinculante porque tiene que pasar por los órganos legisladores de la UE y la Comisión Europea].

También hay minas legales, que son el medio de supervivencia de parte de la población congoleña. ¿En qué proporción?

Las empresas que necesitan el mineral del Congo tendrían que estar obligadas a ir sobre el terreno y asegurarse que consiguen los minerales legalmente. A través de un programa de trazabilidad de los minerales, sabemos que, a mi provincia, únicamente es legal un 1% de las 130 minas que hay. El resto son el que denominamos puntos calientes, donde todavía hay grupos armados. Por lo tanto, las empresas sólo pueden comprar minerales de este 1%, donde no hay niños obligados a trabajar ni mujeres violadas. Este proceso de trazabilidad es lento, pero tiene efectos sobre otros lugares. El pueblo congoleño tiene derecho a hacer extracciones, es su país. Los denominamos explotadores de minerales artesanos, pero tienen que tener permiso del gobierno. Hay un catastro minero que define las zonas donde se pueden extraer los materiales y venderlos de forma legal. Obviamente, también hay congoleños que trafican, financian los rebeldes y son criminales.

Igualmente, en el Congo, la gente también tiene smartphones.

En el Congo, la telefonía es la herramienta más importando después de la radio. Cada familia tiene, como mínimo, una radio y un teléfono. No deseamos que desaparezcan las empresas fabricantes, pero pedimos que respeten la legalidad y los derechos humanos. El teléfono es una herramienta esencial, pero no puede pasar por encima de las personas. Las personas primero y los smartphones después.

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“En el Congo, violan las mujeres para destruir la comunidad”

Recientemente, en Guatemala, ha empezado un proceso judicial histórico contra la violencia sexual como arma de guerra. En el Congo, lo has denunciado reiteradamente. ¿Con qué objetivo se utiliza?

Para responder, me remonto en la planificación de una guerra. Quién hace la guerra dibuja una estrategia, pero, previamente, estudia la población, la estructura social. Cuándo ha estudiado el entorno, define el ataque. En el Congo, estudiaron como hacer la guerra y se dijeron: en lugar de gastar nuestras municiones para matar las mujeres, las violaremos porque, así, destruiremos la comunidad y, entonces, la podremos someter. Al este del Congo, antes de la guerra, bajo una dictadura, empezó una crisis económica muy fuerte. No había trabajo y sólo los hombres trabajaban fuera de casa. Con la evolución de la crisis, ellos perdieron el trabajo y, por lo tanto, capacidad adquisitiva. Para mantener la familia, las mujeres tuvieron que ir al campo, hacer intercambios y comerciar. Se hicieron cargo del comercio informal que, afortunadamente o desafortunadamente, se empezó a desarrollar. La economía del país estaba dirigida por las mujeres: eran las agricultoras, cultivaban y venían. Ellas alimentaban la familia y hacían funcionar la economía del país. Los señores de la guerra conocían la situación y planificaron la destrucción de la fuente de ingresos: destruimos la mujer, sin matarla, y así no podrá mantener la familia. No nos violan como un acto sexual, nos destruyen porque acontezcamos incapaces, enfermas, discapacitadas. Físicamente, después de las atroces violaciones, te tienes que someter a muchas operaciones y poca gente tiene la oportunidad. Además, si una mujer es violada, el marido no lo soportará, es un deshonor. Cuando la familia ya no se puede mantener, cogena a los hombres y a los niños porque trabajen a la mina.

Normalmente, en los conflictos, las mujeres se presentan como víctimas. ¿Qué papel tendría que jugar el periodismo?

Los periodistas, en la mayoría de los casos, se focalizan en los hechos y no hacen seguimiento. Se dan cifras de violaciones aterradoras, pero qué es la situación de estas mujeres, ¿que no son cifras? Nosotros, desde Radio Okapi, hacemos un seguimiento. Cuando sabemos que alguna de estas mujeres ha ido al hospital, vamos para saber qué trato está recibiendo. Acompañamos la mujer en el ámbito médico. Después de dos meses, nos acercamos para saber como se sienten, como están superando el trauma. Nos preguntamos qué quieren. Si quieren justicia, interrogamos los responsables para saber qué medidas se toman. Y hacemos seguimiento de la vida cotidiana de las mujeres, para saber en que se convierten. Podemos llegar a hacer seguimiento durante dos años. Además de la denuncia, entendemos que hace falta un programa de autonomización, de ayuda porque pasen a ser mujeres empoderadas. Trabajo con 150 mujeres para eliminar la etiqueta de víctima. Desde el periodismo, hay que hacer seguimiento de todas las etapas. Las mujeres víctimas de ayer se convierten en activistas.

Autarca

#3 No esta de más recordarlo

aironman

Cuando el grafeno se imponga en la electrónica se acabará el tener que depender de este mineral de sangre