Como todos los días desde hace cuatro años, el 10 de enero, Eduardo Ramírez abrió su tienda de ultramarinos a las 7:00 horas. Sus vecinos –cafeterías, peluquerías, restaurantes y oficinas en una calle del centro-norte de Quito– no lo hicieron a esa hora. Algunos ni siquiera atendieron ese día, el segundo miércoles del año. “Decidimos abrir para dar el servicio a la comunidad que está cerca y porque las deudas no esperan”, dice el microempresario de 54 años, con barba gris y una cruz plateada en su pecho.
Comentarios
Pues menos mal que habla de Quito.
Lo mas jodido es en la costa y se de primera mano que antes de ayer si que estaba cerrado casi todo, pero ayer ya abrieron, no tienen otra si no trabajan no comen
Pero tienen Libertaaaaz!