A menos de una hora de las playas y los festivales de Tel Aviv, comienza otro mundo: muros de hormigón, puestos de control militar y una red de asentamientos ilegales que dan cobijo a figuras como el ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, o Herzi Halevi, exjefe del Estado Mayor israelí. Frente a ellos, tres millones de palestinos se reparten en ciudades-gueto como Hebrón, bajo una Autoridad Nacional Palestina (ANP) acuartelada en Ramala y que subsiste sin apoyo popular gracias a Estados Unidos y el propio Israel.
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