En la única entrevista que dio en su vida, Rafael Caro Quintero, el narco de narcos mexicano, contestaba con una sencillez aterradora una pregunta que casi parecía un trámite, sobre su papel en el Cartel de Guadalajara: “Yo del cartel y todo eso no me di cuenta hasta que estaba preso”. Era 2016. Caro Quintero, un pionero de los cultivos industriales de marihuana, violento y sanguinario, capaz de reconstruir su imperio criminal después de 28 años en prisión, parecía, de repente, un anciano despistado. ¿El cartel? Invenciones.
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