Hace 3 años | Por tiopio a cadenaser.com
Publicado hace 3 años por tiopio a cadenaser.com

Un estudio confirma que la polarización en cuestiones sanitarias es casi inexistente, al contrario de lo que nos hacen creer nuestros representantes. Si echamos la vista atrás, las grandes políticas de centro, derecha e izquierda de nuestra historia reciente no se diferencian en exceso. La forma de diferenciarse es, por tanto, caer en el ataque personal. Es lo que Miller define como ‘polarización afectiva’. “Cada vez apoyamos menos las ideas y seguimos más a los líderes, enfrentándonos entre nosotros”, una deriva que nos sitúa cerca de EE UU…

Comentarios

HimiTsü

Me creo POCO ( ò nada )
Precisamente este es un de los caballos de batalla en muchos círculos. El defender al partido como holligans muchas veces sin saber siquiera qué es lo que pone en el pograma... Miren en su reunión de vecino y me cuentan.

D

#4 Yo ando preguntando a todo votante del pp y del psoe cuál ha sido una medida popular y positiva de cara a la mayoría de la sociedad.
Ni una respuesta medio inteligente. Y eso que el psoe por sí solo ha hecho algo positivo en 20 años, la ley antitabaco. Y para de contar.

Vendemotos

Por supuesto. Políticos aparte, que no son otra cosa que malos actores representando su papel, la gente se tira al cuello los unos a los otros solo en sitios como Menéame o Twitter, en la vida real, y en términos generales, nos comportamos de una manera mucho más razonable, y el diálogo es a veces hasta posible.

pkreuzt

Yo diría que sin siglas o banderas de por medio somos más capaces de llegar a acuerdos. Es decir, si lo que discutimos es la conveniencia de tomar un cierto camino o el otro en un momento específico, en lugar de que si es mejor siempre girar a la derecha o a la izquierda, o si seguir a X persona o a Y.

Los partidos políticos no nos resuelven nada, la política se supone que consiste en debatir posibilidades concretas, no banderas o siglas.

Gry

Pues menos mal que nuestros líderes son menos carismáticos que una piedra.

O

#2 Pues a mí Rajoy me gustaba, al menos era gracioso.