¿Es posible que seamos menos reflexivos como sociedad? ¿Quizá más irracionales? ¿Más conspiranoicos? ¿En cierta manera más imprevisibles? ¿Más desinformados? ¿Más anticientíficos? ¿Más superficiales? ¿Menos críticos? Todos estos interrogantes ya han sido planteados por grandes pensadores décadas atrás, Carl Sagan o Isaac Asimov advirtieron ya en la década de los 90 sobre los claros indicios de ignorancia creciente en la sociedad, sobre todo en los ámbitos del pensamiento que conciernen a la reflexión crítica, objetiva y científica.