Brujo, tenebroso, bronco, irascible, genial y estrafalario. Él mismo dijo en una ocasión sin modestia en una recepción en la Casa Blanca que "había cambiado el destino de la música cinco o seis veces". Pensaba que la música que no avanza está muerta. Y acabó tocando el silencio. Pero en el fondo era un sonido de dolor, un pozo melancólico de su alma enferma. Era el jazz en toda su extensión.
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