Es la noche del 22 de junio de 1937 y un coche se detiene en mitad de la carretera que une Alcalá de Henares con Perales de Tajuña. No se ve un alma; del automóvil descienden cinco hombres que llevan a un sexto cogido de los brazos y se internan en el campo. Pasan unos minutos y se oyen dos detonaciones. El conductor, un francés de origen ruso que, como el resto de los participantes, es un agente del NKVD, memoriza nombres y hechos.Unos días más tarde escribirá una nota breve, apenas dos líneas, contando los último momentos de Andreu Nin.
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