Nunca había oído hablar de él, de Felix Kersten, el médico de Himmler, el terrible. Era finlandés y tenía los ojos azul celeste. Había aprendido técnicas de los lamas y decían que sus manos eran mágicas, capaces de calmar con un masaje cualquier dolor insoportable.
Menuda tesitura, decidir entre aliviar el dolor de una diseñador y ejecutor del exterminio y por otro lado con cada sesión salvar a una vida.
Si no le quitas el dolor no salvas a nadie, pero le quitas un dolor. Por otro lado, si se muere pueden sustituirle por otro que puede ser más maligno si cabe.
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Menuda tesitura, decidir entre aliviar el dolor de una diseñador y ejecutor del exterminio y por otro lado con cada sesión salvar a una vida.
Si no le quitas el dolor no salvas a nadie, pero le quitas un dolor. Por otro lado, si se muere pueden sustituirle por otro que puede ser más maligno si cabe.