Cuando ha sido un día largo y agorador en el trabajo, ya falta poco para cerrar y te mueres de ganas, pero parece que no pasan los minutos… sabes lo que se siente. Mentalmente ya no estás en el trabajo, así que esa llamada, ese email, ese cliente que entra por la puerta en el último momento… te suelen pillar desprevenido y te irritan. En una situación así, intentaríamos escurrir el bulto y marcharnos a casa. Esta es la historia de un hombre que no hizo eso. Su corazón le dijo que no se marchara, y fue la mejor decisión que haya tomado nunca.
|
etiquetas: fotografía , cáncer