Esta noche, otra vez

Despierto sobresaltada y boqueando, con el corazón estrellándose contra mis costillas. Espero muda, quieta, los ojos abiertos en la oscuridad implacable. Entonces vuelvo a oírlo. Otra vez, claramente, el ligero quejido del bebé. Otra vez no, me digo, otra vez no. Deseo, ilusa, que esto sea todo, poder recostarme, taparme con las mantas, dormir, no saber. Pero el quejido crece al otro lado de la enorme casa. Lejos, tras el primer recodo del pasillo, se convierte en un llanto rabioso, una pataleta de frenéticos golpes. Allí algún objeto de loza ha caído y se ha roto contra el suelo. No voy a ver qué pasa. Aguantaré hasta el amanecer, que pare ya, por favor, que pare. No puedo ir. Por la mañana quizá me atreva. Pero quién me ayudará, si vivo sola en esta casa y no sé qué habrá en esa habitación cerrada al otro extremo del pasillo.