Hoy tocan los de ciclismo, es la etapa reina y no puedo dejarlo pasar, se decide el liderato y seguramente el vencedor final.
Para mañana ya tengo preparados los de los conciertos, con esos siempre me lo paso bien y Vetusta lo merecen.
El lunes pasado, con los elegantes de finísimo hilo, no tuve el resultado esperado, perdimos el contrato.
Los verdes que me regaló mi cuñada no los volveré a usar, me hicieron rozaduras en los dedos y quiero demasiado a mis pies.
Desde niño no consigo dormir sin mis patucos, y me dio una gran alegría que en mi primer viaje trasatlántico la aerolínea nos diese unos para usar durante el vuelo.
Para los exámenes tenía las michetas de mi equipo de fútbol, no suspendí ni un examen con ellos .
Por supuesto los que adoro y no sé si podría vivir sin ellos son los que llevaba cuando conocí a Marta. Los tengo bien guardados.
Sin embargo hay un placer que no puedo explicar, algo irracional que incluso a mí psicólogo le cuesta entender, y es usarlos con sandalias y que todo el mundo me mire.