Los miembros de la asamblea discutían acaloradamente el cambio de nombre de la isla.
Desde luego, no iba a seguir llamándose Isla de Borbón. Que les dieran por saco a los Borbones.
—Pues isla Bonaparte tampoco es mucho mejor —apuntó alguien, imponiendo su voz al griterío.
—¿Y si le damos un nombre en honor a nosotros mismos? —dijo otro.
—¿Y eso cómo sería? —preguntó el primero.
—Pues eso. La Asamblea.
—Pero ese nombre es muy feo...
—Total, para lo que van a vivir allí, va que sobra —apuntó alguien, provocando las risas del resto.
—La Reunión, mejor —corrigió el primero.
—Pues venga. Isla de la Reunión —propuso el que hacía las veces de Presidente.
Y todos se mostraron de acuerdo, más que nada por olvidarse de una vez de aquel enojoso asunto.