La inspección

A las diez de la mañana llegó el inspector. Un tipo de rostro enjuto que rondaría los sesenta años. Hombre de pocas palabras, examinó minuciosamente que todo estuviese en orden y cumpliese los requisitos higiénicos y sanitarios.

Al acabar la inspección rellenó unos impresos y se despidió sin ocultar su satisfacción por haber visto que todo estaba bien.

Respiramos tranquilos porque el inspector no encontró ninguna anomalía que vulnerase las normas que se deben cumplir, y nos sentimos recompensados por el gran esfuerzo que habíamos hecho para tenerlo todo bien desde el día en que se nos avisó de que venía la inspección.