La paella bielorrusa

Ante la tórrida experiencia de los ya habituales cincuenta grados en latitudes impropias, se decidió elegir algún proyecto de geoingeniería. Muchos países suspicaces, ahora no veían otra salida.

Esparcir carbonato de calcio era simple y barato, pero las consecuencias eran imprevisibles. Deflectar parte de la radiación con una sonda era más complejo, pero fácilmente controlable y reversible.

Se decidió afectar el tercio inferior del planeta, porque era mayormente agua y hielo, y compensar a las regiones australes, que pasaron a una eterna noche.

La idea funcionó, pero el clima cambió por completo, como si alguien hubiese girado la tierra treinta grados.

Lo peor, sin embargo, fue ver a escoceses cantando saetas, y sacando en procesión a un William Wallace martirizado.

La saudade polaca también hizo daño, pero no tanto como el reggaeton progresivo alemán.

A su lado, el tango iraní y la cumbia coreana eran hasta soportables.