Hace 14 años | Por --102289-- a acid-a.com
Publicado hace 14 años por --102289-- a acid-a.com

Texto escrito por José Saramago a petición de los sindicatos sobre los desempleados y la situación económica mundial.

Comentarios

D

Saramago no sólo está en contra de la Iglesia católica sino ¡en contra del paro! No se le escapa una.

Estoy seguro de que si le preguntan por lo del muro de Berlín dirá: 'hay otros muchos muros que permanecen todavía en pie'. Porque Saramago es así. Para él Perogrullo no es el maestro del pleonasmo sino de la dialéctica.

"¿Quién resuelve el problema de los desempleados, millones de víctimas de la llamada crisis, que por la avaricia, la maldad o la estupidez de los poderosos van a seguir desempleados, malviviendo temporalmente de míseros subsidios del Estado, mientras los grandes ejecutivos y administradores de empresas deliberadamente conducidas a la quiebra gozan de cantidades millonarias cubiertas por contratos blindados? "

Qué labia. Es un Castelar.

D

Bueno, llegó la hora de hacer el karmikaze:

Ahora resultará que los vagos quieren trabajar.

Qué a gusto me he quedado lol lol lol lol lol

D

No al Paro

La gravísima crisis económica y financiera que está convulsionando el mundo nos trae la angustiosa sensación de que hemos llegado al final de una época sin que se consiga vislumbrar qué y cómo será lo que venga a continuación.

¿Qué hacemos nosotros, que presenciamos, impotentes, al avance aplastante de los grandes potentados económicos y financieros, locos por conquistar más y más dinero, más y más poder, con todos los medios legales o ilegales a su alcance, limpios o sucios, normalizados o criminales?

¿Podemos dejar la salida de la crisis en manos de los expertos? ¿No son ellos precisamente, los banqueros, los políticos de máximo nivel mundial, los directivos de las grandes multinacionales, los especuladores, con la complicidad de los medios de comunicación social, los que, con la soberbia de quien se considera poseedor de la última sabiduría, nos mandaban callar cuando, en los últimos treinta años, tímidamente protestábamos, diciendo que nosotros no sabíamos nada, y por eso nos ridiculizaba? Era el tiempo del imperio absoluto del Mercado, esa entidad presuntamente auto- reformable y auto-regulable encargada por el inmutable destino de preparar y defender para siempre jamás nuestra felicidad personal y colectiva, aunque la realidad se encargase de desmentirlo cada hora que pasaba.

¿Y ahora, cuando cada día aumenta el número de desempleados? ¿Se van a acabar por fin los paraísos fiscales y las cuentas numeradas? ¿Será implacablemente investigado el origen de gigantescos depósitos bancarios, de ingenierías financieras claramente delictivas, de inversiones opacas que, en muchos casos, no son nada más que masivos lavados de dinero negro, del narcotráfico y otras actividades canallas? ¿Y las expedientes de crisis, hábilmente preparados para beneficio de los consejos de administración y en contra de los trabajadores?

¿Quién resuelve el problema de los desempleados, millones de víctimas de la llamada crisis, que por la avaricia, la maldad o la estupidez de los poderosos van a seguir desempleados, malviviendo temporalmente de míseros subsidios del Estado, mientras los grandes ejecutivos y administradores de empresas deliberadamente conducidas a la quiebra gozan de cantidades millonarias cubiertas por contratos blindados?

Lo que está pasando es, en todos los aspectos, un crimen contra la humanidad y desde esta perspectiva debe ser analizado en los foros públicos y en las conciencias. No es exageración. Crímenes contra la humanidad no son solo los genocidios, los etnocidios, los campos de muerte, las torturas, los asesinatos selectivos, las hambres deliberadamente provocadas, las contaminaciones masivas, las humillaciones como método represivo de la identidad de las víctimas. Crimen contra la humanidad es también el que los poderes financieros y económicos, con la complicidad efectiva o tácita de los gobiernos, fríamente han perpetrado contra millones de personas en todo el mundo, amenazadas de perder lo que les queda, su casa y sus ahorros, después de haber perdido la única y tantas veces escasa fuente de rendimiento, es decir, su trabajo.

Decir “No al paro” es un deber ético, un imperativo moral. Como lo es denunciar que esta situación no la generaron los trabajadores, que no son los empleados los que deben pagar la estulticia y los errores del sistema.

Decir “No al paro” es frenar el genocidio lento pero implacable al que el sistema condena a millones de personas. Sabemos que podemos salir de esta crisis, sabemos que no pedimos la luna. Y sabemos que tenemos voz para usarla. Frente a la soberbia del sistema, invoquemos nuestro derecho a la crítica y nuestra protesta. Ellos no lo saben todo. Se han equivocado. Nos han engañado. No toleremos ser sus víctimas.

José Saramago

Ahí, Saramago, dando donde más les duele, en todo su sistema inmoral.

(Al menos que no se diga que nos callamos con los prepotentes).

ColaKO

#4 Creo que es innecesario copiar el post, ¿es que cuesta mucho leer el blog de donde viene? Esta a un clic de distancia

D

Joer qué pesadez. Cada vez que se tira un peo el gachó este hasta nos enteramos en menéame. lol

¿Crisis? ¿quién dijo crisis? lol

M

Realmente lo lógico sería repartir el trabajo que hay. No tiene sentido que una persona trabaje 8 horas al día y sólo cobre 5 porque debe pagar unas altísimas cuotas de seguridad social (si vale, la paga la empresa, pero viene a ser lo mismo) porque hay que mantener a gente que no trabaja.

¿No sería mejor que esta persona trabajara sólo 5 horas y el que está ahora parado trabajara las 3 restantes?

D

muy bien dicho, Saramago