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El mítico forajido Jesse James fotografiado junto a su asesino Robert Ford

El mítico forajido Jesse James fotografiado junto a su asesino Robert Ford  

Jesse James fue probablemente el forajido más famoso del Salvaje Oeste y uno de los líderes de la banda de James-Younger. El 3 de abril de 1882, Jesse James fue asesinado en su casa de St. Joseph, Misuri, de un tiro por la espalda a manos de Robert Ford, un miembro de su banda. Ford, junto a su hermano Charlie, habían pactado con el gobernador el cobro de una recompensa de 10.000 dólares y un posible indulto de sus crímenes a cambio de entregar o matar al conocido bandolero.
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¿Quieres quitar toda la porquería que trae Windows por defecto?: CrapFixer

¿Quieres quitar toda la porquería que trae Windows por defecto?: CrapFixer

De código abierto, gratuito, legal y fácil de usar (aunque esté en inglés). Este pequeño programa contiene múltiples scripts con los que podrás eliminar todas aquellas porquerías y publicidad que trae Windows de serie, además de ayudarte a configurar algunas opciones bastante escondidas. De nada {0x1f609}
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El dibujante de Volkskrant, Peter de Wit, gana el premio Inktspot con un dibujo sobre Gaza (DEN)  

El dibujante de Volkskrant, Peter de Wit, ganó el Premio Inktspot 2025. Ese es el premio al mejor dibujo político del año. De Wit también es conocido por su tira cómica sobre el psiquiatra Sigmund.
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Cosas que puedes hacer en China pero no en Estados Unidos

Cosas que puedes hacer en China pero no en Estados Unidos  

¿Alguna vez te has preguntado si China es más libre que Estados Unidos? Prepárate para sorprenderte con datos, historias y comparaciones inesperadas sobre libertad, seguridad, vivienda, salud y democracia en ambos países. ¡Dale play, déjate sorprender y únete a la conversación! Suscríbete al canal y cuéntanos en los comentarios qué parte del video te voló la cabeza.
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Javier Ruiz deja contra las cuerdas al número 2 de Ayuso en TVE con la pregunta que muchos se hacen

Javier Ruiz deja contra las cuerdas al número 2 de Ayuso en TVE con la pregunta que muchos se hacen

Javier Ruiz acorrala a Alfonso Serrano, número dos de Díaz Ayuso, por el bulo de Miguel Ángel Rodríguez avalado ya por la propia presidenta madrileña. "Mentir no es ilegal. ¿Es moral? ¿En política debiera estar ocurriendo esto?"
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Muere el actor Javier Manrique. Secundario recurrente en el cine de Álex de la Iglesia, se ganó el cariño del publico con sus personajes en las series televisivas 'A las once en casa' y 'Camera café'

Muere el actor Javier Manrique. Secundario recurrente en el cine de Álex de la Iglesia, se ganó el cariño del publico con sus personajes en las series televisivas 'A las once en casa' y 'Camera café'

El actor, y también agente, Javier Manrique ha fallecido a los 56 años, según ha confirmado a través de redes sociales la Academia de Cine, que destaca entre su filmografía títulos como ‘Mi gran noche’, ‘Todo es mentira’, ‘El día de la bestia’, ‘Así en el cielo como en la tierra’ o ‘Más que amor, frenesí’.
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Tenemos un nuevo ganador en generación de imágenes con IA. Y no es estadounidense sino chino

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Hunyuan Image 3.0 es capaz de superar a "nano banana", pero además lo hace con una diferencia fundamental: es un modelo abierto
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Choque en redes entre Puente y Feijóo: "Qué vas a cesar tú, si no has cesado al que retozaba en el Ventorro mientras 229 personas se ahogaban, miserable"

Choque en redes entre Puente y Feijóo: "Qué vas a cesar tú, si no has cesado al que retozaba en el Ventorro mientras 229 personas se ahogaban, miserable"

El ministro de Transportes, Óscar Puente, y el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, se han enzarzado en la red social X después de que el popular haya colgado un vídeo en el que se ve a Puente discutiendo con un activista de ultraderecha que le había abordado en las inmediaciones del Congreso de los Diputados. El presidente del PP ha compartido el vídeo indicando que "si un ministro de mi Gobierno trata así a cualquier ciudadano, le ceso de inmediato".
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Científicos descubren que cortar cebolla provoca una microexplosión invisible que lanza gotas irritantes a 144 km/h: este es el error que estás cometiendo en la cocina

Científicos descubren que cortar cebolla provoca una microexplosión invisible que lanza gotas irritantes a 144 km/h: este es el error que estás cometiendo en la cocina

En un estudio de la Universidad de Cornell recientemente publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), los investigadores analizaron con precisión milimétrica el proceso de corte de una cebolla. Pero no se trató de una simple observación superficial: emplearon cámaras de alta velocidad, microscopios electrónicos, velocimetría por seguimiento de partículas e incluso modelos matemáticos avanzados para desentrañar la física detrás de la acción.
Lo que encontraron es que cortar una cebolla no es una simple separación de capas
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Aquella vez que un estudio de Hollywood se quiso ahorrar el sueldo del dueño de Lassie y acabó cometiendo un error increíblemente tonto: entregar una franquicia

Aquella vez que un estudio de Hollywood se quiso ahorrar el sueldo del dueño de Lassie y acabó cometiendo un error increíblemente tonto: entregar una franquicia

A todo el mundo le suena el nombre de Lassie, seguramente el personaje encarnado por un perro más famoso de toda la historia del cine y la televisión.
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Las familias de dos españoles detenidos en la prisión de Black Beach, en Guinea Ecuatorial, temen por sus vidas: “Están en estado muy grave”

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David Rodríguez Ballesta, técnico de vídeo, y Javier Marañón Montero, contable, entraron en una reunión el 22 de enero en Malabo (Guinea Ecuatorial) para dar detalles al Gobierno de ese país sobre la primera fase del proyecto de instalación de la televisión digital terrestre (TDT) en la que habían participado. Hablaban en nombre de Wayang Teknica, la empresa adjudicataria del proyecto, pero de la que eran meros empleados. A esas alturas, el empresario propietario de la firma y el gestor que la representaba en el país estaban ya muy lejos...
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Que le den al del concesionario (Hoy no)

Hace unos días revisité un escrito de @Feindesland, ante lo cual me animó a versionar su excelente "M.A.N (Hoy no)". Lo que sigue es el resultado.

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Anselmo lleva treinta y cuatro años de camionero, viendo a la familia dos días a la semana y tratando de matar las horas el resto del tiempo. Está convencido de que si un día se durmiera al volante, el aguerrido Pegaso lo sabría llevar él sólo de Hamburgo a Huelva.

El camión realmente es un M.A.N., pero le sigue llamando Pegaso por costumbre. Y porque se siente mejor pensando que cabalga un caballo alado que sobre unas siglas tan insulsas e impronunciables como Maschinenfabrik Augsburg-Nürnberg. Algo así como “Fábrica de coches Zaragoza-Bilbao” mientras intentas tragar un polvorón.

— Bien, pues ya estoy casado con un hombre —bromeó Anselmo cuando firmó la señal.

— Ah, no, no. No es inglés —aclaró el vendedor—. Es alemán: Maschinenfabrik Augsburg-Nürnberg. Le pasa a todo el mundo.

Fue decepcionante. Que su mastodonte de acero fuera “El hombre” le había conquistado, le resultaba viril. Lo otro… lo otro sonaba a lavadora. 

Eso sí, el camión es una maravilla. Lo peor es trabajar en verano. Con aire acondicionado o sin él, acabas por tostarte al sol, casi asfixiado. Si no lo pones, te cueces; y si lo pones, te resfrías... Al final, lo mejor es bajar la ventanilla y dejar que entre el aire, aunque parezca salido de la panadería.

Hoy es sábado y la perspectiva del hogar se hace cada vez más presente. Anselmo va hablando por la radio con Benito, otro camionero de Isla Cristina que hace ruta hasta Colonia. Suelen encontrarse en La Junquera y desde allí vuelven juntos a casa. En esta ocasión. Benito va más rápido, le saca ya treinta kilómetros. Cuando uno va adelantado, tienen la costumbre de avisar si hay atasco o accidente o alguna patrulla de la Guardia Civil por la autovía.

No es que hagan el loco, viven del volante y saben muy bien lo que se juegan, pero cuando es sábado y hay que llegar a casa, se pisa el acelerador un poco más. Sin pasarse, eso sí, que el gasóleo cuesta un ojo. Un poco de gas y se aligera el tráfico, ¿verdad? Mejor para todos. La Guardia Civil no suele meterse mientras no hagas cosas que asusten al personal, como adelantar en una curva o poner los trailers en paralelo. En cualquier caso, hay que estar al tanto, no te vaya a pillar un agente de los amargados y te eche a perder la semana en el último momento. 

Benito, que se las sabe todas, tiene identificados varios tramos del camino que comparten. Y justo en este que recorren ahora suele patrullar el cabo Villarroya, un tipo tieso al que le debieron meter un palo por el culo y que disfruta jodiendo ante el más mínimo fallo. Hace un par de años, por ejemplo, le regaló a Anselmo tres horas de papeleo solo por rechistar que ordenara pesar el camión. ¡Si no llevaba carga!

— Relaja, Benito, que entramos en los terrenos de la joya Villarroya —le indica con voz plana y metálica por la radio.

— El cabrón tricornio, sí. Gracias por avisar, Anselmo de mi vida, ya estaba pensando en casa —bromea mientras levanta un poco el pie.

Sin embargo, el camino se ve despejado. Ni guardias, ni atascos, ni manifestaciones, que últimamente también son una jodienda. La emisora les entretiene los kilómetros. Generalmente se explayan ambos, respetándose los turnos y escuchando con relativa atención. Pueden ir de la cháchara superficial a las confesiones íntimas con la naturalidad con la que caga un niño entre dos coches. Pero hoy parece que solo habla Benito. Está muy indignado porque los equipos ingleses están comprando a todos los buenos jugadores de la Liga y eso es injusto, pero, claro, también lo es cómo se reparten el dinero, aquí, los grandes.

— En España el fútbol es una broma… Juegan veinte pero ganan dos, macho, siempre los mismos.

— …

— Anselmo, ¿estás bien? 

— Solo estoy cansado. 

— Oye, que podemos hablar de lo que quieras. O me callo. Yo solo quiero llegar pronto. Cata me ha enviado una foto de unos trapillos que se ha comprado por internet y…

— Pues tira si quieres. Hoy no tengo el cuerpo. —le interrumpe Anselmo, desanimado.

— ¿Sigues dándole vueltas?

— Todo el rato. No se me va. 

— Chico, no te tortures, que no tienes la culpa.

— Ya… no puedo evitarlo.

— En serio, amigo, tú no has hecho nada malo.

— A veces me viene el olor a caucho. 

— Vacaciones, compañero, eso lo cura todo —intenta quitarle hierro, Benito.

— Anda, cuéntame la temporada del 87, que casi sube el Recre.

— ¡Hombre! La casi gloriosa.

— Tenías 16, ¿no? Yo 10, casi ni me acuerdo. —dice Anselmo, más animado.

— Si, 16. Fue una pasada. Me llevaba mi padre… ¡Hostia puta! —grita, dando un volantazo.

— ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

— ¡Me cago en todo, Anselmo! Otro hijoputa de esos, un kamikaze. ¡Y casi me da!

— ¡No me jodas! ¿Cómo es?

— Un Audi rojo… Iría a 200… Ojo, que te alcanza en 10 minutos. 

Anselmo le pega un puñetazo al volante.

— ¡Me cago en su puta vida!

— Anselmo, que está loco. Párate en un área de servicio. Tú tranqui.

— Ni tranqui ni hostias. Voy a atravesar la caja del camión en la autovía. Por mis cojones que ese cabrón hoy no mata a nadie.

— Anselmo, no me jodas, que te quitan el carné… —le ruega su compañero.

— ¡A la mierda!

— ¡Anselmo, hostia! ¡Piensa en tu familia!

Pero Anselmo ya no le escucha, solo piensa en una familia, y no es la suya. Ha cambiado la frecuencia a la de la Guardia Civil. Lo envuelve otra vez el olor a goma quemada, que le aturde al mezclarse con el recuerdo de los gritos y la radial.

Sorpresa. Al aparato contesta Villarroya. Nada más reconocer su voz, Anselmo vuelve a la realidad, y resopla, doblemente contrariado. Pero no le queda otra: le cuenta el problema… Y su solución. 

— Caballero, deténgase en el arcén y espere, vamos para allá.

— ¿No me escucha? ¡Que va a 200!

— ¡Deténgase! —grita Villarroya—. Bloquear la autovía es un delito. Y si hay un accidente, le juro que le meto cuatro años por homicidio impru…

Anselmo apaga la radio, no se puede confiar en esos parguelas de uniforme. Y mucho menos en el cobarde de Villarroya, duro con los blandos y blando con los duros.

Pero aún deben quedar unos cinco minutos para el encuentro.

Le vuelve el recuerdo, aún más vívido de la familia que sacaron los bomberos en el accidente. Fue hace cuatro días, en Sinzheim. Y lo provocó un suicida kamikaze que se hubiera estampado con él si no hubiera dado un volantazo certero. Y cobarde. Anselmo ve de nuevo la zapatilla que quedó empotrada en el parabrisas. Ve el rostro morado de la madre antes de que lo taparan. Y ve a los dos críos con los ojos tan abiertos. Tiene que parar en el arcén.

“Si no me hubiera apartado…” se repite una y otra vez. “Sabía que estaban ahí, me seguían… no se atrevieron a adelantarme”. 

La imagen le abrasa en la cabeza y, como una quemadura, cubre de dolor cualquier otra sensación. Así que la ira se abre paso, sin oposición, sin darse cuenta. 

Salta de la cabina y quita el seguro del enganche del tráiler. Fantasea con un volantazo delante del Audi para que la caja, cargada hasta los topes de tornillos, se desenganche y vuelque, aplastando al puto asesino. Le reconforta. Vuelve corriendo a la cabina, su ira hoy es determinación.

Anselmo arranca y pisa. Segunda, tercera, cuarta… 500 caballos desbocados de acero y rabia. 

A lo lejos ve el coche rojo, que viene de frente. El tramo de autovía está vacío, luminoso. Es perfecto. Va a cazarlo.

— ¡Es lo que quieres, eh, cabrón! Van a sacarte con una espátula. 

Anselmo va a 110 y subiendo. Le queda apenas un minuto. El rugido del motor estremece la cabina. Ya no huele a goma, sino a aceite mineral caliente. Se le ocurre de pronto que podría matarse. Y se le pasa por la cabeza echarse a un lado. 

No. 

Ya se apartó una vez y no ha podido dormir desde entonces. Esta vez lo detendrá. Hoy será un hombre.

Así que, en lugar de pisar el freno, pisa el acelerador, hasta el fondo. 

“Cada cual que limpie su mierda como pueda”.

Falta medio minuto para que el Audi y el camión se encuentren.

Brama la bocina, como el grito de una carga a muerte en la batalla. Anselmo también grita y se aferra al volante. El motor ruge como escupiendo el corazón.

Hoy M.A.N. no significa Maschinenfabrik Augsburg-Nürnberg. Hoy no son siglas, que le den al tipo del concesionario.

Hoy no.

.

.

Kudos a @Feindesland

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Las bailarinas Ouled Naïl: impresionantes fotografías de las mujeres nómadas que cautivaron el desierto [ENG]

Las bailarinas Ouled Naïl: impresionantes fotografías de las mujeres nómadas que cautivaron el desierto [ENG]  

Mucho antes de que la sociedad moderna comenzara a cuestionar las ideas sobre el género y la sexualidad, las mujeres de la tribu Ouled Naïl en Argelia vivían según un conjunto de valores que les otorgaban una independencia notable. Ganaban su propio sustento, elegían libremente a sus parejas y mantenían relaciones fuera del matrimonio sin vergüenza alguna. Lejos de ser condenadas, estas elecciones se consideraban contribuciones vitales a la vida social y económica de la tribu, un tipo de libertad poco común.
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Así es como casi me hackean en una "entrevista de trabajo" [Eng]

Estuve a 30 segundos de ejecutar malware en mi equipo. ¿El vector de ataque? Una entrevista de programación falsa de una empresa de blockchain "legítima". Así fue como una sofisticada estafa casi me atrapa, y por qué todo desarrollador debería leer esto.
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Nuevo bonus por entropía

Como sabéis, se planteo usar la entropía (diversidad de fuentes) para limitar envíos. Concretamente se propuso:

Que el límite de envíos que puede hacer una persona (L) no sea fijo, sino que depende de su entropía (E). A más variedad, más margen tiene para enviar cosas.

La fórmula que se propuso es: L = 1 + (Lmax - 1) * E^y.

Y traducido a palabras: El número de envíos permitidos empieza en 1, y se va acercando al máximo (12) conforme aumenta la entropía del usuario, pero con una curva que crece más despacio al principio y más rápido al final.

En lugar de eso, que era buena idea pero que podía desincentivar la participación, he decidido meter un bonus en el cálculo del karma del envío en función de la entropía del usuario.

Este es el código:

  1.             // ——— BONUS POR ALTA «ENTROPÍA» DEL AUTOR ———
  2.             // Usa el porcentaje que ya calculas en perfil/API. Si no lo tienes cacheado:
  3.             $total_links = (int)$user->total_links;
  4.             if ($total_links > 1) {
  5.                 $blogs_distintos = (int)$user->blogs();
  6.                 $E = ($blogs_distintos - 1) / ($total_links - 1);   // 0..1
  7.             } else {
  8.                 $E = 0.0;
  9.             }
  10.             $E = max(0.0, min(1.0, $E));
  11.             // Curva suave tipo L = 1 + 0.15 * E^0.85 (máx. +15 %)
  12.             $expo = 0.85;
  13.             $extra_max = 0.15; // 15 %
  14.             $factor = 1 + $extra_max * pow($E, $expo);
  15.             // Regla opcional: si tiene >20 envíos y E ≥ 0.30, subir a factor fijo 1.30
  16.             if ($total_links > 20 && $E >= 0.30) {
  17.                 $factor = max($factor, 1.30); // «30 %»
  18.             }
  19.             // Convierte el factor a bonus aditivo sobre el karma actual
  20.             $entropy_bonus = (int) round($link->karma * ($factor - 1.0));
  21.             // Pequeño tope y umbral para evitar saltos exagerados o ruido
  22.             $entropy_bonus = max(min($entropy_bonus, 50), -50); // tope ±50
  23.             if (abs($entropy_bonus) >= 5) {
  24.                 $old2 = $link->karma;
  25.                 $link->karma += $entropy_bonus;
  26.                 $link->annotation .= 'Karma por «entropía» del autor (E=' . sprintf('%.0f', $E*100) . '%): ' .
  27.                 $old2 . ' → ' . $link->karma . ' (×' . sprintf('%.2f', $factor) . ")<br/>\n";
  28.             }
  29.             // ——— FIN BONUS ENTROPÍA ——

Se trata de un refuerzo que premia a quien comparte desde fuentes variadas. Primero calcula la «entropía» del autor, midiendo cuántos envíos tiene y a cuántos dominios distintos apunta; así obtiene un valor entre 0 y 1: si siempre enlaza lo mismo, E≈0; si reparte mucho, E≈1. Con esa E aplica un multiplicador «suave» al karma: «factor = 1 + 0,15 · E^0,85», es decir, como máximo suma un 15 % y la subida crece de forma cóncava para no disparar el efecto de golpe. Además añade una regla opcional: si el autor tiene más de 20 envíos y E es al menos 0,30, el factor no baja de ×1,30 (un 30 % extra). Ese factor se traduce a puntos: «bonus = karma_actual · (factor − 1)». Para que no haya saltos bruscos, se limita el bonus a ±50 puntos y se ignoran cambios menores de 5 puntos, y se deja constancia en la anotación del enlace con la entropía, el factor aplicado y el karma antes y después.

Ahora mismo está en pruebas, podemos retocarlo como queramos manteniendo el espíritu de diversificar las fuentes.

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El plan de Makinavaja y Popeye para robar unos Mirós

El plan de Makinavaja y Popeye para robar unos Mirós  

Prácticamente lo que ha pasado en el Louvre, pero con Bonilla y Pajares.
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Matemáticas 1972 [Eng]

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Encontré hace mucho tiempo en Berlín un libro de matemáticas de la RDA que forma parte de una serie. Los volúmenes 1 y 2 son los mejores de la colección. Todos los escaneos son nuestros.
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La nueva norma Euro 7 penaliza ahora a los coches eléctricos

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Si las normas de emisiones en la UE han sido un problema y un freno para los motores de combustión, desde 2026 también lo serán para los coches eléctricos.
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La isla más densamente poblada del mundo no es la que todos dicen

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Una búsqueda en Google con el título de esta anotación nos ofrece una respuesta bastante clara: la isla con mayor densidad de población del planeta es Santa Cruz del Islote, una isla artificial frente a las costas de Colombia donde hasta 1.200 personas se hacinan en una superficie de una héctárea. Esta historia iba a ser sobre esa isla. Pero en seguida me percaté de que hay varios problemas. El primero, que la población de Santa Cruz no es de 1.200 personas. Según el último censo (2020), Santa Cruz del Islote tiene 779 habitantes.
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La Guardia Civil saca escoltada a la alcaldesa de Cangas

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A las 00:00 horas en punto la unidad de antidisturbios de la Guardia Civil (USEIC) escoltó a la alcaldesa de Cangas y presidenta de la Mancomunidade, Araceli Gestido, desde el interior del Concello hasta un vehículo de la Policía Local que se encontraba estacionado frente a la Jefatura. Lo hizo después de más de cuatro horas encerrada en el edificio municipal junto a sus concelleiros del BNG y también los ediles del PSdeG cangués. Unas 2000 personas aguardaban en el exterior su salida en un ambiente muy tenso después de no haber podido...
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Nacho Abad pregunta a Pablo Fernández sobre el periódico más vendido de su kiosko y se lleva una lección

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Nacho Abad, con una pregunta que parecía inocente y de buen rollo pero cargada de clasismo, le preguntó a Pablo Fernández cuál era el periódico que más se vendía en su kiosco. La respuesta lo dejó fuera de juego: "Se vendía más el periódico local de León, que es El Diario de León, propiedad de un empresario que está condenado por la trama Gürtel, esa es la realidad y que, a día de hoy, se está sentando en el banquillo por corrupción", espetó el de Podemos. "Pablo, eres listo, que me cuelas el mensaje siempre. Un abrazo", despidió Abad
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El PP se desespera tras la fallida intervención de Feijóo con Sánchez: “Nos hemos equivocado y nos ha hecho daño”

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En el PP saltan las alarmas con la deriva de Alberto Núñez Feijóo en el Congreso. Al líder de la oposición se le volvió a atragantar este miércoles su cara a cara con Pedro Sánchez durante la sesión de control. En un intento de arremeter contra el Ejecutivo a cuenta del lapsus de Yolanda Díaz, en el que se refirió por error a la continuidad del “Gobierno de corrupción” (en lugar de “Gobierno de coalición”).
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¿Conoce a esta mujer?

Hace unos días leí el relato de Feindesland "¿Pero la conocía o no?". Me gustó mucho, tanto, que me inspiró para versionarlo. Mi revisión en puntos es casi idéntica y en otros se aleja bien lejos. Él me ha dado permiso. Espero que os guste.

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Cuando alguien llama un domingo al portero automático y coges el telefonillo, lo primero que piensas es que algún desaprensivo ha aprovechado el festivo para repartir publicidad y hacerse unos cuartos extra a costa de la tranquilidad ajena. Pero, cuando abajo contestan que es la policía, echas de menos al repartidor. 

Y no es que tenga yo cuentas pendientes con la justicia, ni razones para temer que vengan a buscarme, pero la policía, un domingo a las nueve de la mañana, no viene a devolverte un décimo premiado que has perdido por la calle.

Pulsé dócilmente el botón y esperé a que subieran a mi piso. Eran dos agentes, uno de pelo blanco y el otro tan joven que el uniforme le sentaba como un disfraz. El más viejo me saludó, me preguntó si era Gonzalo Vega Esquivel, y cuando asentí me alargó sin más una fotografía. Era una mujer muerta, con el rostro tumefacto y desfigurado.

— ¿La conoce? —me preguntó tras unos segundos, observando fijamente mi reacción.

— No. Creo que no —respondí devolviéndole la foto.

— Llevaba su nombre —explicó el más joven.

Yo me encogí de hombros. 

— Comprendan que así, en una fotografía como esa... —traté de justificarme, mientras repasaba mis actos mentalmente. ¿Qué podría haber hecho?

El del pelo blanco parecía esperar la negativa, pues apenas me dejó tiempo para buscar alguna coincidencia.

— Tenemos que pedirle que nos acompañe al depósito, por si pudiera identificar a la difunta.

Normalmente no hago planes para los domingos y dejo a la casualidad, al impulso o a la llamada de un amigo la decisión última sobre a dónde ir o qué hacer. Ese sistema de permitir a lo inesperado operar por su cuenta me había funcionado durante muchos años, pero aquel día hubiera preferido la rutina de un domingo lluvioso de invierno.

— No nos llevará mucho tiempo —trató de animarme.

— Antes de las once estará usted de vuelta —reforzó el joven.

No era cuestión de hacerse de rogar: había que ir y punto. Así que comprobé con tres palmetazos por mi cuerpo que llevaba las llaves, la cartera y las gafas, y bajé en el ascensor con los dos agentes.

Me subí al coche patrulla con una sensación extraña, como si me llevasen detenido por algún delito que no podía imaginar, igual que Joseph K, el del proceso de Kafka. Los dos policías no hablaban entre sí y el silencio acentuaba mi aprensión. Acabé preguntando qué le había pasado a la mujer.

— Apareció muerta en una boca de metro, en Cruz del Rayo —explicó el más joven—. Le dieron una paliza y luego la apuñalaron con un cuchillo o alguna otra arma blanca.

Entonces, de pronto, caí en la cuenta de que si la mujer llevaba encima mi nombre y mi dirección, bien podrían considerarme sospechoso

— Oigan, ¿no pensarán que he sido yo? —pregunté alarmado.

El del pelo blanco sonrió para rebajar la tensión.

— Puede estar tranquilo. De vez en cuando aparece alguna así. Son ajustes de cuentas. Rencores. Clientes borrachos. El mundo de la prostitución barata. Ya me entiende...

No entendía en absoluto, pero asentí de todos modos.

— ¿Y no saben nada de ella? —pregunté, intentando encontrar algún nexo.

— La llamaban Camila, pero era un nombre de guerra. Nadie sabe cómo se llamaba en realidad, ni de dónde era, ni nada. Cuando tenía dinero dormía en una pensión por Tirso de Molina, y cuando no, en la calle.

— Vaya panorama —lamenté yo con un suspiro.

— Para nosotros es lo habitual —remachó el policía terminando la conversación.

Después de abandonar la parte más complicada de la ciudad conseguimos por fin acelerar. Los domingos por la mañana hay menos tráfico en Madrid que de costumbre, pero tardamos más de media hora hasta el Instituto Anatómico Forense. El trayecto, aún así, no se dio mal: viajar en un coche patrulla no agiliza el tráfico ni te libra de los semáforos, pero al menos no te pita ni Dios.

Bajé del coche y seguí a los dos policías, que fueron abriéndose camino en el edificio, con la destreza de la costumbre, por unos pasillos siniestros a pesar de la claridad de sus ventanales. 

De la sala donde tenían a la mujer sólo recuerdo las luces de fluorescente, los brillos metálicos y el olor a alcohol y desinfectantes. La muerta estaba tapada con una sábana blanca y cuando estuve lo bastante cerca, un operario con bata verde descubrió su rostro.

—¿La conocía? —preguntó el policía del pelo blanco, calcando el tono que empleó al enseñarme la fotografía.

Traté otra vez de hacer coincidir sus rasgos, intuyéndolos bajo la hinchazón, con un catálogo difuso de amigos, conocidos, clientes y familiares lejanos. No era capaz de encajarlos en ningún patrón. ¿Quién podía ser? ¿Le di dinero? ¿Por qué guardaba mi nombre? Después del interés anatómico inicial, el conjunto perdió consistencia y se fueron imponiendo las heridas, los moratones y el labio levantado, que mostraba los dientes desiguales y las encías enrojecidas. Me vino una náusea.

El policía más joven debía compartir mi sensación, porque se mantuvo prudentemente al margen, mirando al cadáver sólo con vistazos fugaces. 

Dí un paso atrás.

— Me suena su cara.

El joven aprovechó para concentrarse en su pequeña libreta, deseando que le dijera algo que poder apuntar y así ignorar el cuerpo.

Mi cara se ensombreció a la vez que una sospecha apareció en mi mente.

— ¿Puedo verle el tobillo?

— ¿Cuál de los dos?

— No me acuerdo, los dos.

El operario de la bata verde descubrió la sábana hasta las rodillas. No hizo falta que me acercase. Tenía una cicatriz en forma de media luna en el tobillo derecho. 

Entonces recordé ese día de golpe.

Ella había venido a buscarme, era por la tarde, a la finca. Mi padre tenía varios perros, uno de ellos un San Bernardo, enorme, blanco, juguetón. Se lanzó a saludarla. Apenas la conocía, pero le caía bien. Y ella, como loca, se puso a jugar con él. El momento me pareció adorable hasta que caímos en que tenía media pernera empapada en sangre. ¡Ni se había dado cuenta! Debió clavarse un rastrillo o qué sé yo. No se enfadó, ni se puso nerviosa, solo pidió whisky entre risas antes de visitar al vecino, que era veterinario. No sé a quién enamoró más, si a mí o a mi padre.

Era ella. 

Hacía treinta años que no la veía y por lo menos veinticinco desde que dejé de preguntar por sus andanzas cuando me topaba con algún conocido común. Me dijo que no y habló de marcharse al extranjero, a ver el mundo. Se ve que lo cumplió y ahí le perdí la pista.

Pero era ella. Seguro.

En Toledo nos vimos un par de veranos. Casi a diario por un tiempo, cuando logré mudarme a Madrid. Un café nos duraba tres horas y luego salíamos de fiesta toda la noche, sin un duro. 

Hubo algo. No, hubo mucho entre nosotros. Café y aventuras. Besos y gritos. Y algo que a mis veinte años creí que duraría siempre.

— ¿La conocía? —preguntó una vez más el policía canoso.

¿La conocía? Tardé un instante en recordar su nombre. Se llamaba Tere. Teresa Melero Monzón. Sí, eso es: Monzón. Bromeábamos por la casualidad del apellido. Le encajaba como un segundo nombre, ese que te dan cuando ya te conocen bien. A la India. Quería ir a la India para sentir en la piel el monzón, caliente y explosivo. Un aguacero infinito que dura unos instantes. Pero lo llena todo de vida.

Sentí otra náusea, esta vez mayor. Tuve que llevarme la mano a la boca para contenerla. Pero no era de asco. Era de mis entrañas, que se removían por el golpe, profundo e inesperado. No era solo su muerte. Era todo lo que habría vivido hasta llegar a ella. 

— ¿La conocía usted? —repitió el policía.

Tomé una profunda bocanada de aire, con los ojos cerrados, y lo expulsé lentamente.

— Se llamaba Teresa Melero Monzón — dije sin dirigirme a nadie en concreto—. Le pedí matrimonio hace treinta y dos años.

El hombre de la bata verde volvió a colocar la sábana sobre el cuerpo de Tere. Sacó un bolígrafo del bolsillo de su chaqueta, buscó la etiqueta en blanco atada al tobillo izquierdo y escribió el nombre con letra inclinada.

— ¿Sabe qué edad tenía? —me preguntó.

— Cumpliría cincuenta y tres en abril.

Cincuenta y dos, escribió.

Luego siguió preguntando algunos datos para facilitar el papeleo posterior. Respondí a lo que sabía, pero ya todo se había convertido en una vorágine de sentimientos y confusión de la que apenas recuerdo nada. El policía del pelo blanco me dio las gracias y me preguntó si quería que me llevaran de nuevo a casa. Preferí tomar el fresco y volví al ruido de la calle. Cuando iban a despedirse, el mismo policía me mostró un papel doblado, empapado en sangre seca, oscura. Era una carta. 

— Se la escribió a usted, pero no la llegó a enviar. Su nombre es legible, por suerte —añadió con sonrisa de circunstancia—. Imagino que querrá quedársela. 

Asentí. Me la entregó y se marcharon.

He intentado descifrar la carta, pero es inútil. Su sangre lo tapa todo, salvo mi nombre y tres únicas palabras: ojalá te hubiera. 

— Sí, Tere, —me digo antes de guardar para siempre la carta en el fondo de un cajón-, ojalá me hubieras…

.

.

Kudos a Feindesland.

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