De verdad hay días que nuestro espejo nos ve de pasada, y digo “espejo” sí, uno en singular, porque entre nuestras curiosidades está la de tener sólo un espejo en el cuarto de baño para vernos el careto y para de contar. (La culpa es mía, no soporto los espejos por la noche, me dan repelús y sin ellos me ahorro sustos como los de las pelis del más allá, cada uno con su “pájara”). Pues eso, hemos pasado hoy por el baño como rayos para echarnos a la calle cual gimnastas olímpicos y realizar el siempre gratificante, largo y sinuoso recorrido de...