Aquel viaje de los hermanos Gecko, arrancado a golpe de violencia, deriva hacia un universo en el que la ley narrativa se derrumba para dar paso a otra distinta, tan inesperada como liberadora. Es una de las películas de vampiros más curiosa y divertida que se hayan rodado jamás, precisamente porque nadie, ni siquiera sus protagonistas, parece advertir el precipicio genérico que aguarda al otro lado de la puerta del bar.