El presidente Macron, cegado por acelerar una resolución favorable a los intereses de Francia —y de paso, a los de Israel—, no previó la firmeza de Argelia ni la resistencia de las fuerzas que defienden el derecho del pueblo saharaui a decidir libremente su destino. La crisis diplomática con Argel, que persiste desde entonces, es solo uno de los múltiples efectos secundarios de esta deriva. Desde Marruecos, el régimen alauita continúa vendiendo este plan como una supuesta victoria diplomática ante una población agotada por la miseria.
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