Nuestro periodo histórico se caracteriza tanto por el debilitamiento de los aparatos redistributivos del Estado como por el fortalecimiento corporativo de los organismos represivos: la judicatura y la policía. Este proceso político hegemónico de la clase dominante se basa en la ficción del consentimiento de los subalternos, la aparente neutralidad del Estado y el abuso del monopolio de la legitimidad de la violencia.
En parte también la "violencia estatal" sustituye a la individual, por eso no hay turbas para quemar la casa del vecino o ciudades atacándose las unas a las otras.
El problema cuando se defiende la violencia de "baja intensidad", es que como las drogas y el "yo controlo", puedes acabar defendiendo la violencia de "alta intensidad". De hecho si por algo existen las leyes, que pueden ser, y lo son, muy mejorables, es para que esto no acabe como en cierta película, que durante un día puedes hacer literalmente lo que quieras, a condición de que los 364 días restantes te portes como un santo o una santa.
Además habla de la izquierda, cuando hay muchas izquierdas (como feminismos, por cierto). Y una de ellas se parece en ciertas cosas, y peligrosamente, no a la derecha si no a la ultra-derecha.
El proceso de convertir las necesidades básicas humanas en una fuente de riqueza, es decir, en objetos de consumo no es pacífico. Es un proceso violento, sostenido en el tiempo por políticas imperialistas, militaristas, racistas, clasistas y machistas.
La distopia neoliberal, tratar de convencernos de que no hay alternativa, que es un proceso inevitable e indiscutible, y que la mayor parte de la sociedad acepta y está de acuerdo con la mercantilización de la vida.
Pero como todavía el ideal democrático es demasiado fuerte para ser sustituido por la tecnocracia se hace necesario criminalizar y estigmatizar el disenso.
La estrategia del todo es ETA, por poner un ejemplo.
"Con respecto a las estrategias de movilización, creo que hay que diferenciar dos planos. Por un lado, la revuelta espontánea, que responde a los impulsos del momento y que es producto de la rabia legítima, expresando de forma condensada el malestar social. La izquierda que cae en condenar esto se está condenando a sí misma. Condenar la quema de unos contenedores o de las lunas de un banco es un acto insoportablemente hipócrita: solo responde a la voluntad impotente de cierta izquierda de ser aceptaba en la institucionalidad liberal."
"El otro plano, sin embargo, tiene que ver con la posible reaparición de tácticas semi-insurrecionalistas, que, a través de la confrontación vanguardista, busquen despertar “la conciencia de las masas”.
"En ese sentido, y por decirlo crudamente, creo que la izquierda debe comprometerse con un proyecto que busque debilitar el poder social y político de la policía. La reducción del gasto policial, la disolución de las brigadas especializadas en los disturbios (los mal llamados anti-disturbios) o la prohibición de los sindicatos policiales son propuestas concretas que podemos colocar en el debate público."
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En parte también la "violencia estatal" sustituye a la individual, por eso no hay turbas para quemar la casa del vecino o ciudades atacándose las unas a las otras.
El problema cuando se defiende la violencia de "baja intensidad", es que como las drogas y el "yo controlo", puedes acabar defendiendo la violencia de "alta intensidad". De hecho si por algo existen las leyes, que pueden ser, y lo son, muy mejorables, es para que esto no acabe como en cierta película, que durante un día puedes hacer literalmente lo que quieras, a condición de que los 364 días restantes te portes como un santo o una santa.
Además habla de la izquierda, cuando hay muchas izquierdas (como feminismos, por cierto). Y una de ellas se parece en ciertas cosas, y peligrosamente, no a la derecha si no a la ultra-derecha.
Saludos.
El proceso de convertir las necesidades básicas humanas en una fuente de riqueza, es decir, en objetos de consumo no es pacífico. Es un proceso violento, sostenido en el tiempo por políticas imperialistas, militaristas, racistas, clasistas y machistas.
La distopia neoliberal, tratar de convencernos de que no hay alternativa, que es un proceso inevitable e indiscutible, y que la mayor parte de la sociedad acepta y está de acuerdo con la mercantilización de la vida.
Pero como todavía el ideal democrático es demasiado fuerte para ser sustituido por la tecnocracia se hace necesario criminalizar y estigmatizar el disenso.
La estrategia del todo es ETA, por poner un ejemplo.
"Con respecto a las estrategias de movilización, creo que hay que diferenciar dos planos. Por un lado, la revuelta espontánea, que responde a los impulsos del momento y que es producto de la rabia legítima, expresando de forma condensada el malestar social. La izquierda que cae en condenar esto se está condenando a sí misma. Condenar la quema de unos contenedores o de las lunas de un banco es un acto insoportablemente hipócrita: solo responde a la voluntad impotente de cierta izquierda de ser aceptaba en la institucionalidad liberal."
"El otro plano, sin embargo, tiene que ver con la posible reaparición de tácticas semi-insurrecionalistas, que, a través de la confrontación vanguardista, busquen despertar “la conciencia de las masas”.
Más que un artículo parece un manual.
"En ese sentido, y por decirlo crudamente, creo que la izquierda debe comprometerse con un proyecto que busque debilitar el poder social y político de la policía. La reducción del gasto policial, la disolución de las brigadas especializadas en los disturbios (los mal llamados anti-disturbios) o la prohibición de los sindicatos policiales son propuestas concretas que podemos colocar en el debate público."