El último registro conocido de castores en Portugal se remonta probablemente a finales del siglo XV. Desde entonces, desapareció de sus ríos, víctima de la caza intensiva y destrucción de su hábitat. Tras 2 décadas de recuperación en España, por fin se han encontrado señales inequívocas de su presencia en Portugal: sus típicas marcas de roído en árboles y estructuras de manipulación de cursos de agua, y la oportuna colocación de trampas fotográficas confirmó, en vídeo y fotografía, la presencia de un individuo adulto en territorio portugués.