En Barcelona, barrios como Gràcia, la turistificación avanza a un ritmo más rápido de lo que el barrio puede absorber. Los comercios tradicionales cierran y son sustituidos por negocios orientados al consumo rápido y al visitante extranjero. En apenas dos años, en un radio de 50 metros, han abierto cinco heladerías y varias cafeterías de franquicia, mientras que librerías y carnicerías han desaparecido. El resultado es una sensación creciente de expulsión simbólica: espacios donde los vecinos ya no se sienten bienvenidos.